sábado, 18 de junio de 2011

LA ANALOGÍA ENTRE EL PADRE CELESTIAL Y EL TERRENAL


Los que gozan de la dicha de disfrutar de un padre terrenal, que lo honren, porque se merecen por lo que ellos son. Los que los tienen en el cielo, que lo  recuerden con gratitud; y aquellos que por una u otra razón son privados de un padre terrenal, no resulta buen remedio amargarse, porque esa falta lo suple el Padre Celestial.-“Pero Tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conozca ni nos reconozca Israel; tú, Señor, eres nuestro Padre; tu nombre ha sido siempre nuestro Redentor” (Isaías 63: 16).
Yo tengo la triste e indeseable experiencia de haber sido abandonado por mi padre terrenal. Nunca lo he conocido. No obstante, mi Padre celestial suplió con creces esa carencia cuando conocí a Jesucristo. Él llenó ese vacío que tornaba incompleta mi vida. Desde entonces, nunca necesité guardar rencor en contra de mi padre terrenal. Sólo el amor del Padre que me acogió y me brindó el cariño, como el apoyo, lo hizo posible. Nunca me sentí huérfano.-“Aunque mi padre y madre me dejaran,  con todo, Jehová me recogerá” (Salmos 27: 10).
El relato de la parábola del hijo pródigo ilustra, describiendo la similitud del corazón del Padre que está en los cielos, como el de la tierra:
En las prédicas sobre esta parábola (S. Lucas 15: 11 – 32), el énfasis siempre se ha enfocado en la actitud y determinación drástica y necia del hijo que dejó la casa paterna, que luego de haber malgastado la herencia recibida, reflexionó y volvió humillado, cabizbajo y arrepentido a refugiarse en la casa de su padre.
 Permítanme enfocarme en la actitud del Padre ante la agobiante contingencia:
1-    Su actitud ante el insólito pedido. (V.12). “…Les repartió los bienes”, fue la actitud del padre, como lo traza en forma lacónica la Escritura.
 Un padre posesivo, autoritario e inflexible hubiera reaccionado enfurecido, interpretando el hecho como una rebelión y ofensa a su autoridad. Con padres posesivos se incuban hijos sometidos y sin carácter, incapaces de desarrollarse; renegados y resentidos que destilan rencor y resistencia contra cualquier orden establecido. Llega a ser un inadaptado que siempre genera problemas, porque se siente incompetente para enfrentar eventualidades adversas.
Un padre consentidor, permisivo, desarrolla hijos desenfrenados, quienes creen que no existen los límites y todo el mundo tiene que allanarse a sus desmanes y apetencias. Nadie posee derechos ni consideración ante la mentalidad que ha cultivado. Sólo los tropezones y golpes recibidos pueden hacer que reflexione, vuelva en sí y emprenda el regreso por el camino de la reconciliación, al abrigo del hogar paterno, y al cambio de actitud.
Como padres debemos encontrar el punto de equilibrio entre estos extremos. - “Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal… escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia” (Dtm. 30: 15,19). Dios nos dio libre albedrío. Este dote es una concesión Divina que nos conducirá a la vida o a la muerte. Los padres debemos transmitir a nuestros hijos pautas que los encausen a desarrollar valores, para que escojan lo correcto por  convicción y no por presión ni amedrentamiento.- “escoge, pues, la vida…”, nos insta Dios en Su Palabra.  

2-    La actitud del Padre ante la vuelta del hijo (V. 20). “Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó”. El corazón del verdadero Padre no cierra las posibilidades de recuperar lo que significa parte de su ser, ni se endurece ante el extravío y fracaso del ser que ama, porque él siempre permanece a la espera, ansiando su regreso, para restituirle su posición e identidad de hijo, con todos sus privilegios.
Tiene preparado el mejor vestido para reemplazar los harapos, producto de sus delirios. Desea engarzar el anillo con el escudo de la familia que había despreciado, acto que sella la aceptación dinástica. Y calzar sus pies descalzos, resquebrajados por la intemperie de las sendas  erradas, para caminar con pasos seguros, como el que ha recuperado su linaje y dignidad.
Manda matar el becerro gordo y hace fiesta y comienza a regocijarse por haber recuperado a su hijo que había muerto y ha revivido, perdido y hallado de nuevo. Lo resaltante en el procedimiento del Padre es: la fina sabiduría en el trato con el otro hijo, quien no podía entender la actitud amorosa de su progenitor, actitud que no denotaba parcialidad ni condescendencia con el error, sino el deseo de lo que siempre latía en Su corazón: recuperar al que ÉL amaba, aunque extraviado. Ante la reticencia manifestada, le recordó su privilegio, rogándole que entrase a la fiesta.- “Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas” (Vs. 28 y 31).

3-     Por analogía este padre refleja el corazón y la actitud de nuestro Padre celestial; Quien a pesar de que le hemos desairado para andar en caminos torcidos, despilfarrando todas las virtudes con las que nos ha dotado; cuando nos volvemos a Él, nos recibe con el mismo abrazo de amor y perdón, y nos devuelve todos los privilegios de hijo de Dios, como nos ilustra la conmovedora narración.
Concluimos que, un verdadero padre terrenal tendría la misma actitud del Padre Celestial: Aunque extraviados tras nuestras pasiones desordenadas, el Padre nos espera, perdona y nos restituye nuestra posición de hijo, cuando reflexionamos, volvemos a Él, y creemos en Jesucristo.  








sábado, 11 de junio de 2011

PENTECOSTÉS: JÚBILO POR LA COSECHA


El pueblo esclavo, agobiado por dura servidumbre, recibe la liberación a través de la mano fuerte del Libertador, para entrar en posesión de la tierra que fluye leche y miel. En el día de Pentecostés – cincuenta días después de la pascua – todo el pueblo traía las primicias de la cosecha, ofrenda de olor grato al Señor, ofrecida como gratitud por los frutos abundantes, producto de la tierra que el Todopoderoso había concedido a Su pueblo.
Ese día, el de Pentecostés, los discípulos de Jesús, después de la resurrección y ascensión del Maestro, ocurrió el derramamiento del Espíritu Santo; hecho trascendente que cambiaría para siempre la vida de estos sencillos hombres: Debilidad, temor y cobardía terminaría desde entonces, porque fueron investidos de poder desde  lo alto, como lo había prometido Jesús antes de Su muerte (S. Lucas 24: 49).
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen” (Hechos 2: 1 – 4).
Pedro, el apóstol, junto con los once, se levantó ante una multitud sorprendida y confusa por el fenómeno ocurrido, y predicó con la investidura del poder que se había posesionado de él. Ya no era el hombre pusilánime, que ante la presión del ambiente adverso había negado a su Maestro. Ahora hablaba y enfrentaba la situación con poder y autoridad, porque el Espíritu Santo había tomado posesión de su vida.
La cosecha, las primicias, ese día fue abundante, como tres mil personas, compungidas de corazón, tocadas por el Espíritu, dijeron a Pedro: ¿Qué haremos? Estos, algunos participantes directos de la muerte de Jesús, se arrepintieron de sus pecados, nacieron de nuevo, se bautizaron y recibieron la promesa del don del Espíritu Santo y se añadieron al Reino de Dios.
Pentecostés es mucho más que un día especial para recordar. Significa la llenura de Su Espíritu, el que había sido prometido por Jesús y sus apóstoles. – “Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2: 39). Significa que ese poder es el único eficaz para romper la dureza de los corazones que se oponen a los designios de Dios. Porque nuestras fuerzas e inteligencia no alcanzan. Sólo la fuerza sobrenatural del Espíritu puede quebrantar al hombre y darle conciencia de pecado, para encontrar el remedio que sanará sus heridas: Jesucristo. 
Hoy, todos necesitamos esta llenura, la investidura del poder de Dios, para ser testigos verdaderos de Jesucristo. Es para ti, mi hermano, porque así Él lo prometió.

domingo, 5 de junio de 2011

ESPÍRITU DE ADOPCIÓN Y NATURALEZA DIVINA


“Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”  (Rom. 8: 15-16).
La dádiva de la adopción conlleva la liberación de todo temor e inseguridad, al que Pablo lo llama espíritu de esclavitud, este nos inhibe para gozar de la plenitud de la vida cristiana. El espíritu de adopción nos hace exclamar la expresión de confianza: ¡Abba, Padre! Palabra de intimidad; de relacionamiento, de cercanía que se da en la consanguineidad. La naturaleza pecaminosa ya no resalta en nosotros, porque hemos nacido de nuevo, por el Espíritu; estamos unidos a Él y cubierto por la sangre de Jesús.
Pedro nos aclara, que mediante el conocimiento de Aquel que nos llamó, nos han sido dadas grandísimas promesas; y, la más grande de todas: llegamos a ser participantes de la naturaleza divina. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”  (2Pedro 1: 3-4).
Es entonces cuando podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad, porque nuestro espíritu tiene contacto con el Espíritu y nos da la certeza de la consanguineidad - “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”  (Rom.8: 16). Hay en nuestro interior un testimonio que nos da la seguridad de que somos hijos de Dios. Todos los bienes que tiene el Padre, nos pertenece. “Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”  (Romanos 8:17-18). Y aunque nos acosen con impetuosidad andanadas de sufrimientos, el Espíritu de adopción nos mantiene gozosos.
El status de hijo, al cual nos ha posicionado el Padre, hace que podamos enfrentar cualquier situación con la altura y el poder con la que hemos sido dotados, por lo que somos en Él. Siempre en las batallas que enfrentamos a diario vamos a salir victoriosos.
 “porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1Juan 4: 4), es el blindaje Divino prometido para un hijo de Dios.

miércoles, 1 de junio de 2011

Tú debes saldar tu deuda



Nuestra sociedad actual, con sus diferentes y complejas necesidades, aunque estas provengan de sus desaciertos, es merecedora de una respuesta adecuada de parte de la iglesia. Jesús, cuando vio a las multitudes dispersas como ovejas que no tienen pastor, tuvo compasión de ellas. Además, Él avanzó más allá de los sentimientos y dio la respuesta adecuada a las necesidades: Los que habían errado en el pecado, al encontrarse con Él recibían perdón; los enfermos eran sanados y los afligidos consolados. Nunca alguien salió vacío de Su presencia.

Aún los religiosos y opositores fanáticos eran objetos de la atención del Maestro. Aunque eran duras las palabras que les fueron dirigidas, estaban impregnadas con amor. Eran  adecuadas y oportunas, las que apuntaban a revertir la dureza de sus corazones. Siempre daba el remedio que sana. En todos los casos, lo que hacía Jesús apuntaba a reconciliar al hombre con Dios.

Hoy, en medio de tantas nebulosas y rumbos inciertos, se hace necesario que la iglesia se replantee estas preguntas: ¿Cuál es nuestra función en este mundo? ¿Qué es lo que debemos a nuestra sociedad para saldar con ella nuestra deuda? Pablo, el apóstol, nos clarifica: “Nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Cor.5: 18).  Pedro, el apóstol, nos muestra para qué existimos, cuál es nuestra misión primordial en el mundo: Para que anunciéis las virtudes de aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable (1Pedro 2: 9).

“A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor” (Rom. 1: 14). Somos deudores a todos los segmentos de nuestra sociedad. Las necesidades del alma van más allá de la indigencia económica, o de la estrechez intelectual. Envuelve a los llamados estratos alto, como al que vive en extrema pobreza, el que está situado por debajo de lo mínimo. Por tanto, somos deudores a todos ellos.

A nuestra sociedad no debemos una respuesta científica; aporte de ideas políticas; solución a la destartalada economía; ni aun forzar el cambio de los sistemas corruptos imperantes. Estos apenas son las consecuencias de la ruptura de relaciones del hombre con su Creador. Lo que urge es  la reconciliación personal del hombre con Dios. Sólo el hombre nuevo puede traer la esperanza de un mundo nuevo.

 Esta es nuestra deuda pendiente que debemos saldar.


lunes, 30 de mayo de 2011

TRES FORMAS DE ATADURAS Y CÓMO LIBERARNOS DE ELLAS


“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; que no se enseñoreen de mí; entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmo 19:12-13 RV).
"Nadie parece darse cuenta de los errores que comete. ¡Perdóname, Dios mío, los pecados que cometo sin darme cuenta! ¡Líbrame del orgullo! ¡No dejes que me domine! Líbrame de la desobediencia para no pecar contra ti” (Sal. 19: 12 – 13 Biblia para todos).
“¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos. Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” (Salmos 19:12-13 NVI)
 TRES FORMAS DE ATADURAS Y CÓMO LIBERARNOS DE ELLAS
ERRORES: Concepto o acción equivocada, desacertada y hasta consentir algo sin intenciones malignas. Entendemos que pueden haber equivocados de buena fe. No sólo en sus acciones, ocurre también en cuanto a la relación con Dios. La pregunta es: ¿Quién está consciente…? Según R. V., es falta de entendimiento. No se da cuenta, según B. p. todos. Es falta de luz  y entendimiento mental y espiritual que estanca; priva  del desarrollo personal y para escalar espiritualmente. “SIEMPRE METO LA PATA. NADA DE LO QUE HAGO ME SALE BIEN…”, exclaman. Debemos  analizar algunas de las causas:
1-El orgullo. La soberbia cierra mi corazón y lo deja sin entendimiento. Alguien dijo que son como los olores del cuerpo. Dejan a uno mal, y molestan a otros, sin que uno se dé cuenta. Estos difícilmente establecen amistades. Cuentan con pocos amigos. Son como los hijos consentidos que llegan a cumplir cincuenta años, sin haber madurado. Creen tener todos los derechos, sin tener responsabilidad. Soberbia desarrollada. Orgullo oculto. Niño grande que todavía cree que todos deben estar a su servicio. Es la luz del Espíritu Santo la que revela y hace exclamar: ¡Perdóname…! Libérame.
2-Pecar a sabiendas. Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí; Entonces seré íntegro, y estaré limpio de gran rebelión” ( V. 13). En la ley humana hay atenuantes y agravantes. No es lo mismo el que cometió delito con premeditación, y el que lo cometió por error. Existe diferencia entre el homicidio doloso y el culposo. Si peco deliberadamente, transgredo la ley a sabiendas y me corresponde el juicio condenatorio. La ley es taxativa. No obstante, dice nuestro Dios en Su Palabra: ¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado? (Ez. 18: 23, 21). Nadie debe morir espiritualmente por su fracaso. Hay perdón, absolución para el que se arrepiente. “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”  (1Jn. 2: 1).
3-No permitas que tales pecados me dominen. Hay una gran diferencia entre el que peca y el que practica el pecado  “El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”  (1Jn. 3: 8-9). La práctica es adicción,  dominio, de la que se necesita liberación. “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”  (1Jn. 1: 7), la sangre de Jesús limpia, libera, me libra de culpa y me convierte en una persona íntegra, con poder para dejar las prácticas que ofenden a la santidad del Dios santo.




martes, 24 de mayo de 2011

IMPULSADOS POR LA CORRIENTE DIVINA

 

“Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. Y junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Ez. 47: 1 – 12).

Si nos atrevemos a introducirnos en el Río de Dios, no podemos conformarnos con haber llegado con las Aguas hasta los tobillos; ni siquiera hasta las rodillas; ni aun hasta los lomos, porque cuando El Río crece de manera que sólo se puede pasar a nado, eso es lo que debemos hacer: Nadar en la Corriente Divina y dejarnos llevar por el impulso de las Aguas Salutíferas, porque por este cauce Dios está direccionando hoy a su pueblo para el cumplimiento de Su Propósito en esta generación.

El Soberano, pero Padre amoroso, no desea que tú te quedes en la orilla, expectante de lo que pueda suceder con los protagonistas que tuvieron el coraje de aceptar el desafío de bogar mar adentro, de ir hacia aguas más profundas, donde el Río no se puede pasar sino a nado . Estas son las Aguas que sanan las heridas, el hastío, la esterilidad y la inoperancia, sin embargo fluye para proyectarse a la sanidad de los necesitados de liberación. “Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá esta agua, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ez. 47: 9).

Hoy, el desafío es sumergirnos en este Río, el Río del Espíritu, en las Aguas que sanan, sacia y satisface con el gozo pleno de vivir en el Espíritu, desechando las corrientes humanas, que se disfrazan de divino. El discernimiento para la elección implica dos disposiciones: Sed de Dios y coraje en la decisión.

 Lo imperativo que nos exhorta la Palabra es: “Si alguno tiene sed”, clamaba Jesús. Aunque Él se dirigía a la multitud presente en la fiesta, iba dirigido a los sedientos. Los indiferentes seguirán en su estado de insatisfacción. Para manifestar esa sed se precisa de coraje, porque, este involucra la sinceridad para consigo mismo, lo que no siempre resulta fácil reconocer y exteriorizar.

 “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef. 5: 18). El Espíritu Santo quiere embriagarte con Su Presencia, y Su Corriente te llevará hasta posicionarte en el lugar donde Él diseñó tu vida, para vivir una vida con propósito. Permíteme señalarte El requisito:

 ATREVERSE A SER IMPULSADO POR LA CORRIENTE DIVINA. 



domingo, 22 de mayo de 2011

FUNDAMENTO INMUTABLE, ADITIVO INSUSTANCIAL Y DÁDIVA QUE AFIRMA


“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas” (Hebreos 13: 8 – 9).
1.     FUNDAMENTO: Antes de abordar cualquier asunto espiritual, debemos considerar en qué y dónde está fundamentado. La Biblia afirma que hay un único, inmutable fundamento, ya puesto, sobre el cual se levanta el edificio de Dios. Nada tiene valor en el Reino de Dios sin este fundamento. Bien puesto, tendrá el valor del oro, o  piedra preciosa. Si no, el de paja y hojarasca. “Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego”  (1Corintios 3: 11 – 15). Así como el fundamento es lo más importante, también  lo es el material que ponemos - edificamos -  sobre el mismo; ambas cosas son de suma importancia.
Inmutable: Es estable y nos da estabilidad “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec” (Heb.6: 17 -20). Cuando nos asimos del consejo inmutable, fondeamos con un ancla segura que afirma nuestra fe y estabiliza nuestra vida; sabemos dónde estamos parados, porque las amarras de nuestra fe están ligadas con lazos eternos: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos”.
2.     ADITIVO INSUSTANCIAL: Cuando algo carece de la sustancia necesaria, necesita de un aditivo, agregado suplementario para enriquecerla. El autor de los Hebreos cuando habla de doctrinas extrañas y viandas que no aprovechan, nos previene de los aditivos insustanciales. No ponen nada, sino pretenden quitar, desvalorizar la sustancia, añadiendo: Cristo, mas la ley; Cristo, más las filosofías metafísicas… “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo. Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad” (Colosenses 2: 8 – 10), nos asegura que en Cristo estamos  completos, y en plenitud. “Ustedes han recibido esa plenitud”, nos dice la NVI.
 ¿Qué más necesito si tengo la sustancia y plenitud? ¿Cuáles son los aditivos que en la actualidad se ofrecen para un mayor “perfeccionamiento”? Humanismo, la exaltación humana con prescindencia de Dios; diversas manifestaciones extrañas, que más tienden al espiritismo y enajenación pagana;  supuestos apóstoles, quienes dicen que no estamos completos sin la impartición, unción y autoridad que ellos se arrogan poseer… “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Cor. 1:30). ¿Se necesita de tales aditivos si estoy en Cristo? Es la pregunta que debemos contestar, confrontando La Escritura con las pretensiones que pululan en la actualidad.

3.     DÁDIVA QUE AFIRMA: “Bueno es afirmar el corazón en la gracia” ¿qué es la gracia que afirma, fortalece, da estabilidad, rumbo y destino eterno...? Es la plenitud de Jesús, que imparte todo lo que necesitamos y somos: Salvación, sanidad, dones, ministerio, gozo… “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”  (Ro. 3: 23 –  24);  “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” (Rom. 5: 1 – 2). El acceso gratuito a la Gracia. Y la entrada por la fe para poseer los beneficios, provisiones  de la gracia.
En Colosenses 2: 9, leímos: “Porque en él (Jesucristo) habita corporalmente toda la plenitud de la deidad”. En Juan 1: 14: “vimos su gloria, gloria como el unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdadEn el verso 16: “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”, hemos recibido, según la NVI (Nueva Versión Internacional).
Jesús es la gracia, la plenitud, la dádiva perfecta. Esta dádiva Él no imparte por medida, sino abundantemente, como ríos de agua viva; vida, y vida en abundancia…Todo, porque Su obra en la cruz fue perfecta y la provisión completa “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”  (Heb.10:14, 10). Hizo perfectos para siempre; hecha una vez para siempre. “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Heb. 4: 16).
En este trono de la gracia hay oportuno socorro, provisión completa: Fundamento inmutable y dádiva que afirma.






















.