martes, 24 de mayo de 2011

IMPULSADOS POR LA CORRIENTE DIVINA

 

“Me hizo volver luego a la entrada de la casa; y he aquí aguas que salían de debajo del umbral de la casa hacia el oriente; porque la fachada de la casa estaba al oriente, y las aguas descendían de debajo, hacia el lado derecho de la casa, al sur del altar. Y me sacó por el camino de la puerta del norte, y me hizo dar la vuelta por el camino exterior, fuera de la puerta, al camino de la que mira al oriente; y vi que las aguas salían del lado derecho. Y salió el varón hacia el oriente, llevando un cordel en su mano; y midió mil codos, y me hizo pasar por las aguas hasta los tobillos. Midió otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta las rodillas. Midió luego otros mil, y me hizo pasar por las aguas hasta los lomos. Midió otros mil, y era ya un río que yo no podía pasar, porque las aguas habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado. Y me dijo: ¿Has visto, hijo de hombre? Después me llevó, y me hizo volver por la ribera del río. Y volviendo yo, vi que en la ribera del río había muchísimos árboles a uno y otro lado. Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, y descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río. Y junto a él estarán los pescadores, y desde En-gadi hasta En-eglaim será su tendedero de redes; y por sus especies serán los peces tan numerosos como los peces del Mar Grande. Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas. Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Ez. 47: 1 – 12).

Si nos atrevemos a introducirnos en el Río de Dios, no podemos conformarnos con haber llegado con las Aguas hasta los tobillos; ni siquiera hasta las rodillas; ni aun hasta los lomos, porque cuando El Río crece de manera que sólo se puede pasar a nado, eso es lo que debemos hacer: Nadar en la Corriente Divina y dejarnos llevar por el impulso de las Aguas Salutíferas, porque por este cauce Dios está direccionando hoy a su pueblo para el cumplimiento de Su Propósito en esta generación.

El Soberano, pero Padre amoroso, no desea que tú te quedes en la orilla, expectante de lo que pueda suceder con los protagonistas que tuvieron el coraje de aceptar el desafío de bogar mar adentro, de ir hacia aguas más profundas, donde el Río no se puede pasar sino a nado . Estas son las Aguas que sanan las heridas, el hastío, la esterilidad y la inoperancia, sin embargo fluye para proyectarse a la sanidad de los necesitados de liberación. “Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá esta agua, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” (Ez. 47: 9).

Hoy, el desafío es sumergirnos en este Río, el Río del Espíritu, en las Aguas que sanan, sacia y satisface con el gozo pleno de vivir en el Espíritu, desechando las corrientes humanas, que se disfrazan de divino. El discernimiento para la elección implica dos disposiciones: Sed de Dios y coraje en la decisión.

 Lo imperativo que nos exhorta la Palabra es: “Si alguno tiene sed”, clamaba Jesús. Aunque Él se dirigía a la multitud presente en la fiesta, iba dirigido a los sedientos. Los indiferentes seguirán en su estado de insatisfacción. Para manifestar esa sed se precisa de coraje, porque, este involucra la sinceridad para consigo mismo, lo que no siempre resulta fácil reconocer y exteriorizar.

 “No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu” (Ef. 5: 18). El Espíritu Santo quiere embriagarte con Su Presencia, y Su Corriente te llevará hasta posicionarte en el lugar donde Él diseñó tu vida, para vivir una vida con propósito. Permíteme señalarte El requisito:

 ATREVERSE A SER IMPULSADO POR LA CORRIENTE DIVINA. 



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