“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y a los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado. Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída”- Isaías 55: 1 – 13
El contexto reinante que motivó esta invitación era La rebelión.
El pueblo estaba apartado de Dios; había sequía espiritual y amenazas de invasión. “¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura”. (v. 2) Había en ellos insatisfacción, porque buscaban en fuentes equivocadas: Gastaban el dinero en lo que no es pan y trabajo en lo que no sacia. Era una búsqueda inútil. Gastaban sus energías PARA NADA
¿A quienes va dirigida esta invitación? A TODOS LOS SEDIENTOS E INSATISFECHOS.
La oferta gratuita de lo más preciado que existe.
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y a los que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin precio, vino y leche” (v. 1).
Las aguas representan la fuente de gracia, son las mismas que ofreció Jesús.
Las palabras que Dios usa para hacernos esa oferta son palabras de invitación amorosa: Venid, oídme, inclinad oído, buscad, llamadle, y VUÉLVASE A JEHOVÁ. La invitación apunta al objetivo de armonizar nuestra búsqueda, pensamientos y caminos con los de DIOS.
La búsqueda, el inclinar el oído debe ser en dirección a LA FUENTE, no a cualquier agua o cualquier fuente, sino la única que puede saciarnos de verdad.
Los pensamientos y caminos se acomodaban con la corriente imperante, condescendiente con el estilo de vida corrupta, egoísta y complaciente. Por eso no saciaba. Esta distorsión generaba impiedad, relatividad de valores y minimización del pecado
En ese contexto Dios hace una promesa salvadora: “He aquí que yo lo di por testigo a los pueblos, por jefe y por maestro a las naciones. He aquí, llamarás a gente que no conociste, y gentes que no te conocieron correrán a ti, por causa de Jehová tu Dios, y del Santo de Israel que te ha honrado” (v.4 –5): CRISTO. La profecía no sólo es para Israel, sino es extensiva a todos los sedientos, que claman por calmar su sed de lo verdadero. E incluye a esta generación vacía, que sigue gastando su dinero en lo que no sacia.
La lluvia representa al Espíritu Santo que acaba la sequía y ablanda la tierra, que es nuestro corazón. Tierra: dureza de corazón roturada por el Espíritu Santo. “Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come” (v. 10).
El proceso de la siembra: Arar, hacer surco, semilla, plantita, lluvia, carpida, desarrollo, floración, lluvia, grano y cosecha. Entonces, luego de la culminación del proceso, se transforma en el alimento que nutre.
“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” v. 11. “Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se invocó sobre mí, oh Jehová Dios de los ejércitos” (Jer. 15: 16).
El proceso alimentario: Masticar, tragar, digerir, metabolismo, vasos sanguíneos, arterias que conducen los nutrientes a las partes del cuerpo.
Comer, disfrutar, DIGERIR. La lectura ligera, sin digerir, es sólo un cúmulo de informaciones sin experimentar, y no nutre. Es como la proclamación de teorías, que no sacian.
El problema no es cognitivo
No consiste en lo que sabemos. (El psicólogo que muele a palos a su hijo y el médico que muere de cáncer por causa del cigarrillo)
“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” v. 11. “¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra? (Jer. 23: 29). Fuego que consume y martillo que quebranta, y remueve. “Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra” (Is. 66: 2).
El humilde tiembla ante Su Palabra. No se trata de lo que decimos lo que tiene valor (retórica vacía), sino de dónde procede el alimento que nutre nuestra vida y asimilado por nuestro corazón.
La Palabra debe MORAR en nosotros. “ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis” (Jn.5: 38) “Sé que sois descendientes de Abraham; pero procuráis matarme, porque mi palabra no halla cabida en vosotros” (Juan 8: 37). Esto nos habla de los que conocían La Palabra pero la misma no moraba en ellos, no tenía cabida. Necesitamos ver La Palabra desde la perspectiva de Dios. Y no desde nuestras ambiciones egoístas, centrados en nosotros y gustos personales.
“Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié” v. 11. La Palabra cumple su misión en nosotros cuando, en concordancia para el cual ha sido enviada, produce el efecto deseado por el Creador.
Es entonces cuando produce alegría, paz, y aprobación de Dios. “Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso” (v. 12).
La maldición derogada
La zarza y la ortiga son dos malezas que son el resultado de la maldición. “En lugar de la zarza crecerá ciprés, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán; y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída” (v. 13). Los frutos de transformación son eternos, sostenidos, y nunca serán raídos. Están arraigados en nosotros, tienen raíces fuertes, y son la evidencia de la obra divina en nosotros: El cambio en nuestras vidas. Así es cuando La PALABRA produce Su fruto y cumple Su propósito.
El clamor actual
La invitación hoy sigue vigente: Todos los sedientos, venid, oídme, inclinad vuestro oído, buscad, llamadle. Vuélvase al Señor. Ahí está la gracia, la misericordia y la fuente de vida. Es lo que dijo Jesús: “El que cree en mí, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn. 7: 38).