Esta palabra dirigió Jesús a los que debían predicar las Buenas Nuevas, que consiste en tender un puente entre los hombres y Dios, sanar enfermos, echar fuera demonios… (Mateo 10: 7 – 8). Cuando estamos en Cristo hemos recibido lo máximo: Salvación, sanidad de espíritu, cuerpo y mente; la gracia de tener una familia que nos da sentido de pertenencia y estabilidad emocional para salir adelante, y tantas bendiciones más. Todo esto hemos recibido de gracia, sin merecerlo. La orden de Jesús es, si recibiste esta dádiva: “De gracia recibisteis, Dad de gracia”.
Antes de dar esta orden Jesús, "al ver a las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor" (Mateo 9: 36). Tres situaciones primordiales conmovió el corazón de Jesús: 1-Estaban desamparadas, 2-dispersas, 3- no tenían pastor. Este cuadro patético que contempló el Maestro motivó la reacción de sus discípulos. Ellos, que habían recibido tanta gracia, no podían seguir impasibles, indiferentes ante las necesidades reales de los demás. “De gracia recibisteis, dad de gracia”.
¿Cuál es el cuadro que hoy nosotros contemplamos en nuestra sociedad? ¿Podemos cruzarnos de brazos y permanecer insensibles ante la orfandad de los que viven sin la cobertura divina? Dispersas, agobiadas y desamparadas. Hay tantos que hoy sufren sin esperanza y están esperando de una mano tendida, de ti, que hasta te jactas de haber recibido tanta gracia. Estos desamparados y sin pastor están esperando de alguien que le guíe al Pastor que le llevará a los pastos verdes que tú estás disfrutando. “De gracia recibisteis, dad de gracia”.
Nosotros, como congregación, hemos decidido salir de nuestras cuatro paredes, yendo más allá de nuestro ambiente de gozo interno, para llevar a las multitudes las Buenas Nuevas: Proclamando que hay esperanza, perdón de Dios, sanidad para el espíritu y el cuerpo y una Vida Abundante en Jesús. “De gracia recibisteis, dad de gracia”.
Debemos tener siempre presente, que si no estamos obedeciendo la orden de dar, de ir a las multitudes dispersas, no estamos llenando las expectativas de Jesús, Quien vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, y espera de nosotros la misma actitud. “De gracia recibisteis, Dad de gracia”
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