martes, 30 de noviembre de 2010

LA FE VERDADERA Y EL PODER MENTAL

Tú mi hermano, necesitas diferenciar con claridad lo que es la fe verdadera y lo que hoy se pretende hacer pasar por fe...
El estar en Cristo y caminar en la fe verdadera, nos convierte en personas positivas, porque tenemos la mente de Cristo (1Corintios 2:16). Despojados del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, nos renovamos en el espíritu de nuestra mente. Dios escribió sus leyes en nuestra mente (Hebreos 10: 16). O sea, la actitud de nuestra mente se renovó, cambió de la rebeldía, a la obediencia; de lo negativo, a lo positivo; de la desesperanza, a la esperanza; de las imposibilidades, a un amplio horizonte de posibilidades. Podemos exclamar con propiedad y fe: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?". "Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Filipenses 4:13; Romanos 8: 31, 37).
Todo lo mencionado hemos recibido por gracia, por el oír de la fe, el andar en la fe y el estar en la fe, por tener "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12: 2). De ningún modo se trata del desarrollo del poder mental, o filosofías de mente positiva, que proviene del esoterismo pagano. El origen de estas se desarrollaron desde el pasado remoto. Los más conocidos hoy son: El Control Mental Silva, y La Mente Positiva, de Lauro Trevisan, la proclama de la Nueva Era y los chamanes modernos, llamados parasicólogos. Todos ellos se apoyan, supuestamente, en la Biblia, citando pasajes aislados, muy fuera de su contexto.
Lo preocupante es que estas prácticas se introducen en la iglesia cristiana, como doctrinas de fe y desarrollo de la personalidad. Tengo en mis manos dos manuales, escrito por BW. Sojo y patrocinado por Raúl Ávila, titulados: "Nací para Triunfar ¡La transformación de mi vida en 72 horas!"; y "Orando con el Código 1260". Los he leído y releído, y los mismos me causaron profunda tristeza, más aún cuando los autores se autodenominan "apóstoles de Cristo". Nada en dichos escritos apuntan al objeto de la fe verdadera: Jesucristo, sino a la inducción de fórmulas mágicas, como el recitar tres veces el Salmo 91 para conciliar el sueño; códigos secretos para el éxito, recitando cada tres horas el código 1260: 1-Soy uno con Dios. 2-Estoy de acuerdo con su visión en todo. 6-Vivo en plenitud de obediencia. 0- Nací para ganar, jamás aceptaré la pérdida.
 Los resultados que prometen llegan hasta lo inaudito: Poder y dominio a los que practican las declaraciones escritas en el libro; tales, como: "Utilice la potestad creativa de la profecía. Por ejemplo. Hable qué es lo que quiere, cuánto quiere, cómo la quiere; esto fluye para todo, personas, dinero y bienes" (Orando con el código 1260, Pag. 13). "Puede hacer actos proféticos, dentro o fuera de su casa. Háblele al espíritu de la ciudad, llame a familias clave. Ordene a las cantidades de dinero en posesión de impíos que vengan a usted. Llame a gente, casas, carros, terrenos" (Orando con el código 1260, Pag. 35), dicen.
 Díganme, hermanos, si esto no es codiciar lo bienes ajenos.
 Dice el décimo mandamiento: "No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" (Éxodo 20: 17).
A estas fórmulas: rezos, repeticiones de declaraciones escritas en el libro, recitadas cada tres horas y supuestos actos proféticos, ellos le llaman fe. La pregunta es: ¿fe en qué y en quién? Fe en las declaraciones, fórmulas mágicas escritas en el libro. Y no en el objeto de la fe, en el autor y consumador de la fe: Jesucristo. Es como poner la mira en objetivos equivocados, que no darán en el blanco.
 No digo que las personas que practican estos rituales no tengan fe. Muchos lo harán con mucha fe, lastimosamente, pero una fe mal direccionada. Jesús dijo: "Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos" (Mateo 6: 7). Los que conocemos al Señor debemos orar por las ovejas incautas que serán dañadas por estas mezclas de mentalismo, esoterismo, espíritu de codicia y métodos del islamismo (los islamistas, en una hora determinada, deben recitar oraciones a Alá).
No dudo que tendrán éxito, según los parámetros humanos, porque apelan a las apetencias humanas: Poder, éxito, codicia, riqueza, conquista… Y lo más deseado por el ser humano, que no es inspiración divina : Ser como Dios, según las enseñanzas de los manuales. Pero serán éxitos efímeros, como la hierba, porque no están fundadas en el Autor y Consumador de la Fe: Jesucristo. Y ni siquiera en la búsqueda honrada y  luchas para salir adelante, con el sudor de la frente.
Las repeticiones de fórmulas sólo conducen a la alimentación de ilusiones transitorias, que como la hierba, se secan pronto. Lauro Trevisan, sacerdote católico de grandes éxitos, pregona: "Cuando una persona repite 400 veces un pensamiento positivo, eso ya se tornó un hábito, ya se integró a su personalidad". No obstante, no forma la personalidad, sino lleva a las personas a vivir en una burbuja.
La personalidad cristiana no se forma con la repetición de palabras, declaraciones, fórmulas, o con el poder de la mente. Nuestra personalidad en Cristo se forma en las manos de Dios, el Alfarero que forma al barro que se entrega en Sus Manos. Y Él lo moldea según le pareció mejor hacerla. La formación de nuestra personalidad es un largo proceso, que durará toda nuestra vida. "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4: 13).
Existe un remanente fiel, que no se mueve por las novedades, ni cede en  sus convicciones a cambio de oropeles efímeros. El que está en Cristo ha conocido y entendido todo el consejo de Dios, y son como los montes de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre.  A ese remanente le dice La Palabra: "Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido  una vez dada a los santos"  (Judas 3).
 Leonardo Alderete, Pastor, Embajada Cristiana del Paraguay.
  

lunes, 29 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias: Pantanos y Salinas que Pretenden Absorber la Corriente Divina

PANTANOS Y SALINAS QUE PRETENDEN ABSORBER LA CORRIENTE DIVINA
´´Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas´´ (Ezequiel 47: 11)
Lo abordado en los capítulos precedentes fueron impartidos en varias sesiones a líderes comprometidos con el servicio en la iglesia local, apuntando al propósito de clarificar, por La Palabra, el rumbo correcto, siendo que en aquel momento predominaba la confusión e inestabilidad, las que habían desembocado en una crisis interna; y por ende, necesitábamos de una orientación clara para discernir entre lo que procedía de La Fuente y de la corriente turbia.
 Esto, por un lado, proporcionó refrigerio y estabilidad a los que tenían sed de lo Verdadero y amor al servicio; y por el otro, la deserción de los que habían sido golpeados con heridas incurables por el ímpetu de las corrientes turbias, y así verles, con  dolor e impotencia, ser llevados por el curso de dichas aguas, porque ellos consideraban al Agua Viva como algo simple y desabrido, como materia ubicada en un  pasado ya superado, catalogándola como ´´odre viejo´´; un anacronismo que ya no debía ser tenido en cuenta. (Notemos que lo que Jesús quería enseñar con la ilustración del vino nuevo y el odre viejo, significaba que la Vida Nueva que Él impartía era incompatible con la vida vieja no regenerada. El odre viejo no podía contener la vida abundante que reciben los que creen en Jesús, Lucas 5: 37 – 38).
Estos mensajes fueron plasmados desde la perspectiva de un siervo que goza del privilegio de servir por más de cincuenta años, y compartidos con otros hombres temerosos de Dios. Durante ese largo trayecto fueron diversas las corrientes atravesadas. En dicho trajinar, cuando las  Aguas procedían de La Fuente, eran refrescantes, vivificantes y renovadoras de la fe. Si no, el espejismo pronto descubría la esterilidad de sus lodazales, pantanos y salares; estos, aunque arremetían con fuerzas abrumadoras que hasta parecían que iban absorber a La Fuente, pero nunca pudieron marchitar el verdor de la ´´fe que ha sido una vez dada a los santos´´.
En los momentos de confusión e incertidumbre nunca faltó el auxilio de Su Luz, dando discernimiento y percepción para abrazar lo que procede del Trono de la Gracia; así como para no correr detrás de las nubes sin aguas y las corrientes enturbiadas por las manipulaciones humanas, las que con el correr del tiempo sólo dejan secuelas de confusión, estancamiento y heridas que difícilmente se sanan, a menos que  estas sean ungidas con el Colirio y el Aceite.
Cabe reiterar que la posición estática nunca ha caracterizado a nuestro Dios. Desde el principio el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, leemos en el primer capítulo de Génesis. Hoy Él sigue moviéndose para establecer en nosotros sus principios eternos, propósitos que no son afectados por un mundo cambiante, ni por las corrientes innovadoras.
 Él nunca estará detenido en el tiempo, ni atrapado en  hormas rígidas. Lo que el Soberano no aprueba son nuestras claudicaciones disfrazadas de vanguardismo; pretendiendo conciliar nuestras concesiones entreguistas disfrazadas y rotuladas como íconos de modernidad, ni que a los mismos le endilguemos el mote de precisión, como conceptos avanzados de la cosmovisión divina, como si estas fueran la máxima revelación del momento, lo más avanzado, apuntando a reemplazar los designios de Dios por tales concepciones ´´brillantes´´. Con tales pretensiones, lo que corresponde es remitirnos a  lo que dice Su Palabra: ´´Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos´´ (Isaías 55: 8 – 9).
En la actualidad en todos los ámbitos se habla del cambio, sean de personas, iglesias, paradigmas, instituciones estatales…, reconociendo así que, tanto hombres como instituciones, no andan por el andarivel correcto, y que su continuidad normal se halla comprometida, a menos que sean reencauzadas de nuevo a la Fuente. Muchas proclamas modernas veladamente tienden  a convencernos de que no somos más que simples borregos, aunque vengan encubiertas con pregones superlativos y mimetizados como  panacea para la elevación humana y restauradora de instituciones, las que pondría al hombre a tono con la actualidad evolutiva.
 Estas generalmente son proclamas que en el fondo ocultan intenciones espurias, discordantes con Su propósito ´´de reunir todas las cosas en Cristo´´. Es ante la aparición de estas voces que, aunque en apariencia parezcan ser el salvavidas por el cual asirnos, el Espíritu Santo debe operar: ´´Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza´´ (Efesios 1: 18 – 19). Los santos no hemos sido creados para que fuésemos acondicionados y ser arreados por la vara de ningún autoproclamado ´´líder redentor´´ emergente. De alguien que de boca proclama la gloria de Cristo, pero en el fondo visiblemente está buscando su propia gloria.
  El poder hegemónico de cualquier líder espiritual es incompatible con Las Escrituras y la práctica de La Iglesia a través de los siglos. Pedro, el connotado apóstol, nos insta: ´´Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey´´ (1Pedro 5: 2 – 3). Dios nos dio de Su Espíritu para que sepamos lo que nos ha dado, y nos dotó de Su mente para entender cómo piensa Él, y así poder discernir lo que viene de lo Alto, la capacidad para rechazar, en la libertad del Espíritu, todo lo que no procede de La Fuente.
En este vaivén de pregones por el cambio, aunque muchos de ellos no vayan más allá de una proclama, la verdadera Iglesia de Cristo, la que bebe de La Fuente, no puede quedar a la zaga. Hoy, como nunca, innumerables  cambios, cual avalanchas, se nos vienen encima   vertiginosamente, para los cuales debemos prepararnos para enfrentarlos. Estos sirven como importantes desafíos, los que pueden convertirse en nuevas herramientas, puertas abiertas de inmensas posibilidades para el accionar de los hijos de Dios, los que nos llevarán a contextualizar nuestro accionar para el cumplimiento de la Gran Comisión, como está expresado en los Evangelios: ´´Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura´´ (Marcos 16: 15).
No obstante, la iglesia nunca debe embarcarse en el cambio por el mero cambio, ni dejarse arrastrar por el esnobismo avasallante, como que si todo lo moderno fuese lo mejor. Tal posición puede llevarnos a la pérdida del Rumbo trazado por El Maestro; a la desfiguración de nuestra identidad evidenciada en actitudes, valores y metas indicadas en La Palabra, porque si éstas faltan se corre el riesgo de desvirtuar la razón esencial de nuestra existencia. Escuchemos lo que nos exhorta Jeremías al respecto: ´´Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos´´ (Jeremías 15: 19).
 La iglesia que está delante de Él; el que tiene su Candelero en su lugar; que no se convierte a la corriente del mundo; el que no cedió al pecado de la claudicación, se constituye en la boca de Dios, como instrumento de restauración; en el que traza el rumbo ´´en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo´´ (Filipenses 2: 15), según el calificativo de Pablo. Notemos lo imperativo y la claridad de los textos señalados respecto al tema. No existe en ellos ningún resquicio para la relatividad, ni mucho menos que nos indique que se trate de algo opcional. El rumbo preciso de las cosas espirituales y las buenas costumbres deben marcar la Iglesia, a través de La Palabra. Sí, la Iglesia que está bajo Su gobierno y discierne la voz de Su Rey,  y no a la inversa.
Podemos cambiar estrategias, métodos, enfoques, adaptarnos a horarios, adoptar tecnología de punta, despojarnos de rancias tradiciones enquistadas como inamovibles y de otros asuntos complementarios, accesorios. Lo que jamás puede cambiar es Su Palabra, Sus principios expresados en claros conceptos espirituales, morales y doctrinales, sustentados a través de toda la Biblia. Pablo nos advierte: ´´Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos,  se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír´´  (2Timoteo 4: 3 N.V.I.).
Preguntémonos: ¿No será que Pablo con ojos proféticos está identificando el contexto de nuestra realidad actual?, describiendo con precisión lo que hoy se avizora en el ámbito eclesial. ¿Acaso  lo que se enfoca hoy con más frecuencia por los predicadores ´´exitosos´´, según los parámetros humanos, no es lo que la gente quiere oír, y no lo que Dios quiere decirnos? Y conste que tales golosinas resultan muy atractivas, porque se presentan con envolturas adornadas de versículos bíblicos. Lamentablemente enfocados en la sintonía de los hombres que tienen comezón de oír, rebuscados muy lejos de su contexto y del espíritu con que fueron escritos, aunque citando algunas verdades de La Palabra, pero sólo a fin de fundamentar las proclamas esnobistas.
Sigamos escuchando a Pablo: ´´Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios´´ (Hechos 20: 26 – 27). A los Gálatas, que estaban siguiendo otro evangelio, les encara: ´´Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo´´ (Gálatas 1:10). Podemos atraer a multitudes de adherentes mostrándoles una sola cara de la moneda, un aspecto de la verdad, el aspecto atrayente; sin embargo, cuando anunciamos todo el consejo de Dios, es posible que muchos de ellos se vuelvan atrás, diciendo: ´´Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? aunque, para aliciente del verdadero siervo, nunca faltarán los que como Pedro, digan: ´´Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente´´ (Juan 6: 60; 6: 68 – 69).
Es lamentable que hoy las iglesias, las que no beben de La Fuente, han sido avasalladas por la relatividad de las ideas humanistas. Estas prevalecen en el seno de muchas de ellas: El pecado no es tal ´´si las prácticas son el producto de decisiones maduras´´; la moral y la conciencia es orientada por una elección personal: si desde mi punto de vista es bueno, entonces no puede ser malo; el aborto es un derecho  de la libre potestad que cada mujer tiene de su cuerpo, la cual se debe acompañar, porque así somos ´´progresistas´´; la homosexualidad no es otra cosa que un derecho a la libre opción sexual. O sea, fuimos creados asexuados, la opción es nuestra.
 Hoy, si uno no comparte dichas concepciones,  se expone a ser tildado de retrógrado, de troglodita, discriminativo y falto de amor; de fundamentalistas intolerantes; de fanáticos desfasados en el tiempo, y de otros epítetos más. ´´!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios´´ (Santiago 4: 4). Ojala no nos escandalicemos por las palabras inspiradas del apóstol, porque estas Están en vigencia. No están desfasadas en el tiempo cronológico (Cronos) ni en el tiempo oportuno (Kairos) de Dios.
 Dichas ideas y prácticas siempre han existido en el ámbito mundano, pero lo que asusta es que hoy en muchas iglesias se han perdido los límites: ya no  hay mucho discernimiento para entresacar lo precioso de lo vil. Aunque parezca inadmisible, en recintos cristianos, hay encendidos debates para aceptar en el redil a los que tienen otras opciones de  moral, y hasta abundan los que piensan que no existen razones para no ordenarlos como ´´ministros del evangelio´´, por las prácticas que, según sus sentimientos han abrazado. Escuchemos el clamor del justo Job: ´´Si los tiempos no se esconden del Todopoderoso, ¿por qué no los perciben quienes dicen conocerlo? Hay quienes no respetan los linderos…´´ (Job 24: 1 – 2N.V.I.).
Hubo una época, la de Malaquías, cuando en el pueblo del Señor reinaba gran confusión. Era muy difícil discernir entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. La confusión se acentuaba porque los soberbios hacían ostentación de sus riquezas, como si estas fueran señales inequívocas de la aceptación divina, al punto que no faltaron los que decían: ´´Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley…?´´ (Malaquías 3: 14). Entonces el remanente fiel se juntó y buscó a Dios. Y Jehová respondió al clamor de ellos; porque los que temían a Jehová, los que no querían mezclar lo precioso con lo vil, hicieron un pacto de fidelidad a Él, y fue escrito libro de memoria delante de Dios. Y lo ratificaron todos los que temían a Jehová, y los que piensan en Su nombre por encima de las eventualidades pasajeras y así apuntar a la senda trazada por Aquel que es El Camino.
Estos, los del remanente fiel, recibieron la claridad del rumbo en medio de la confusión reinante por la pérdida de los linderos, y fueron certificados con la aprobación divina. ¡Qué  indicador de seguridad más alentadoras y certeras   que estas palabras pudieron ellos recibir?: ´´Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve´´ (Malaquías 3: 17 - 18). Cuánto necesitamos de dicho discernimiento hoy para establecer lo que Dios en Su Palabra lo diferencia, y  lo discrimina con categórica severidad.
Hay una gran distancia entre los que le conocen a Dios, y quienes dicen conocerle; proceden de otra estirpe los que tiemblan ante Su Palabra, para así ser Su portavoz y transmitir Su voluntad, a diferencia de los que usan la Biblia para apoyar sus ideas. No es lo mismo haber nacido del Espíritu, que tener ´´ideas cristianas´´; ni edificar sobre La Roca, que sobre la arena de las cambiantes corrientes e ideas humanas. ´´Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué hará el justo?´´, se pregunta el salmista. Pablo responde a esto, con la claridad que no dejan dudas: ´´Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo´´ (Salmo 11: 3; 2Timoteo 2: 19). Estas palabras nos certifican que el fundamento divino es distintivo e inamovible, los linderos son claramente definidos. Los que quieran edificar sobre este Cimiento y transitar por La Senda, no pueden errar jamás.   
 A no pocos ´´cristianos´´ le incomoda escuchar de la sangre de Cristo; de la locura de la cruz; del nuevo nacimiento y de la regeneración; de la esperanza de La Vida en el más allá; del sufrimiento por la causa de Cristo…, porque los enfoques  atrayentes, las que están en ´´onda´´, son los que las multitudes hoy quieren oír, los asuntos que tratan del más acá; porque estos sólo desean beber y  embriagarse con las bendiciones y proyecciones terrenales.
 Este tipo de  ´´evangelio´´ es el que no resiste el paso de los tiempos, ni los embates del enemigo, porque están edificadas sobre la fragilidad de las preferencias humanas, y no sobre La Roca angular. ¡A cuántos frustrados por estas aberraciones modernas, Dios nos ha dado la gracia para  re-encausarles, mostrándoles el camino de  la Fuente de Vida! La que siempre sacia, es inagotable, y no añade tristeza con ella. ´´La necedad del hombre le hace perder el rumbo, y para colmo se irrita contra el Señor´´ (Proverbios 19: 3), sentencia el sabio.
Hoy aparece una corriente, que acopiando y apropiándose de algunas verdades rescatadas por la Iglesia del Señor a través de los años, a las que ellos hábilmente los formulan con otros términos altisonantes (Ejemplos: activar, en vez de avivar; Babilonia, en vez de Egipto; alta tecnología del reino, alta definición; alta precisión). Entre estas se destaca el aditivo de ´´nuevas revelaciones´´ (Fuera de la Biblia no existen nuevas revelaciones: según Judas 1: 3, ´´… para rogarles que sigan luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos´´ N.V.I.).
 Con tales proclamas pretenden constituirse en los que hoy han direccionado el ´´movimiento de la nube de Dios´´; con el agravante de autoproclamarse como los únicos dispensadores actuales de la gracia de divina, a través de la ´´tecnología del reino´´. Y, lo más grave: afirmando, con audaces palabras de connotación  amenazante, las que formulan con mucha frecuencia en los libros que han escrito: ´´Los que no siguen a dicha  nube, si no se adhieren a ellos, y no reciben sus directrices se secarán y quedarán postrados en el desierto, como los israelitas rebeldes´´. Resulta difícil entender tanta soberbia y osadía. Da lástima este espíritu sectario. No identifica al lenguaje de Jesús, ni de los primitivos Apóstoles, sino a ´´…los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado  mentirosos´´ (Apocalipsis 2: 2).
 Analizando exhaustivamente las  prédicas y escritos, después de haber escuchado hasta el hartazgo a los mentores de dicha corriente, hemos llegado a la conclusión, que donde  apuntan primordialmente es al control del poder sobre las iglesias, facilitando las  pretensiones de estos el estado actual en que se debaten algunas instituciones que apenas llevan el nombre de ´´iglesia cristiana´´, pero en el fondo prevalecen otras prioridades ajenas al cometido encomendado por Jesucristo.
 Considerando que muchas de éstas están vegetando, apenas sobreviviendo con la nutrición proporcionada por las infinidades de eventos para-eclesiales que hoy, lastimosamente, prevalecen por encima de las iglesias. No es sorprendente ver que el pábilo humeante de sus lámparas se estén apagando; entonces son dominados por comités y, en algunos casos, por hombres con poca o  sin ninguna relación  con Dios, quienes clasifican y tratan a los pastores como empleados. Avergüenza reconocer que dichos ámbitos se asemejan más a la de los politiqueros, en donde hay muy poco espacio para el gobierno de Dios y la extensión de Su Reino. Donde no existe el poder de Su fuerza para derrotar a nuestro  común enemigo.
 Para aquellos que han llegado a tal estado de postración, no es de extrañar que lleguen a obnubilarse por las grandilocuencias con las que solapadamente los supuestos restauradores se presentan. Para las vírgenes que han cabeceado y se durmieron, es normal que hayan buscado un   poco de aceite, aunque en el lugar equivocado; el agotado por el sequedal del desierto vive obsesionado por encontrar  un oasis, aunque, tal vez, sólo llegue a encontrar un espejismo; el deprimido por las luchas estériles ansía el bastón de autoridad para apoyarse y así proseguir un trecho más, como el que ha recibido un respirador para seguir viviendo artificialmente. Si en alguna manera te sientes identificado con dicho estado, escucha lo que La Palabra te dice: ´´Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo´´ (Efesios 5: 14). La Vida no se encuentra cambiando comités por hombres autoritarios, ni la esterilidad por adopciones de dudosa procedencia, sino en el retorno a La Fuente.
La Iglesia, como en los primeros tiempos, y en todos los tiempos, necesita de hombres con autoridad espiritual; de personas ungidas y con un llamado para servir; siervos que viven en Su presencia; de quien estuvo - y está - en Su secreto, para declarar Su voluntad; de los que velan por los intereses de su Señor, y no por los propios; de los que bebiendo de la Fuente de Vida, impartan vida, y no informaciones e ideales sensacionalistas que apuntan a la promoción de éxitos personales orientadas al autoritarismo humano. Hoy necesitamos de hombres que aun el enemigo digan de ellos: ´´Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús´´ (Hechos 4: 13). Este es el sello distintivo que hoy certifica a la Iglesia Apostólica, al Pueblo del Señor y a los hombres de Dios,  en contraste con predicadores ´´carismáticos´´ que hablan más de sí mismos que del propio Jesús.
Sólo el retorno a La Fuente volverá a darnos autoridad espiritual, autoridad que no sea meramente nominal, autoproclamada y reclamada, con tendencia autoritaria, sino el que procede del Trono de La Gracia, para impartir Su Palabra, la que dará el oportuno socorro y Vida en medio del sequedal. ´´Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan´´ (Isaías 58: 11). Aunque la debilidad parezca absorberte y pienses que lo único que te resta es prenderte de cualquier tabla de salvación, o tirar la toalla, Él hará que vuelvas a recuperar el vigor, el poder para fructificar de nuevo, si crees y te aferras a la citada promesa.
  Duele decir que muchas proclamas y grandes proyectos en la actualidad apuntan a satisfacer ambiciones personalistas, siendo que las mismas son presentadas como ´´proyecciones del Reino´´. Aunque estas carezcan de bases sólidas; y lo que más llenan de dolor son las secuelas de frustraciones que con el correr del tiempo dejan tras sus pasos. No en vano La Escritura nos advierte: ´´Así ha dicho Jehová: maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama (zarza) en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a la aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto´´ (Jeremías 17: 5 – 7).
Cuando el río fluye de la Presencia de Dios, del Trono de la Gracia, siempre es para vivificar, sanar, restaurar y fructificar el accionar de Su Pueblo; aún cuando la luz haya llegado a ser tan tenue como un pábilo humeante. La vitalidad renovadora del Espíritu Santo, en los que le buscan de corazón, quitará los desperdicios, los residuos que interfieren y pretenden estancar la corriente del Agua Viva, para que sus hijos permanezcan saciados en Él. ´´He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver los cautivos… y los restableceré como al principio´´ (Jeremías 33: 6 – 7), es Su promesa.
Cuando Las Aguas salen del Santuario traen sanidad y vida, porque toda alma viviente que nadare en ella vivirá. En su cauce crecerá de nuevo árboles con hojas siempre verdes y que darán su fruto en su tiempo, y ellos serán para comer y para medicina. ´´Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entraré en este río´´ (Ezequiel 47: 9).
 De dichas aguas salutíferas nadie puede arrogarse el poder de represarlas, reclamándolas como propiedad para su uso exclusivo, o de su movimiento. Ni fluye para la formación de nuevas sectas, que pretendan canalizar dichas aguas para el abrevadero de aquellos que sólo se adhieran a su corriente. El Agua Viva es para todos aquellos que tengan sed, sed del Dios Vivo, como lo expresara Jesús en Juan 7: 37 – 39 y el músico en el Salmo 42: 1-2.
Más allá de todo lo dicho en este capítulo, esperamos que el lector, por sí mismo, con la unción del Espíritu Santo, sepa discernir entre el Agua Viva y las corrientes turbias, como dice Su Palabra, en 1 Juan 2: 27: ´´Pero la unción que vosotros recibisteis de él  permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él´´. Todos los que están en Cristo son dotados con un sensor interno para detectar y diferenciar entre lo que fluye de Él, o las que corren enturbiadas por la manipulación humana. ´´Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas´´ (1 Juan 2: 20).
















 

   

viernes, 26 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias: El Agua Viva Sana y Produce Frutos

EL AGUA VIVA SANA Y PRODUCE FRUTOS
Existe una evidencia que identifica al Agua Viva, a las aguas cuya procedencia se origina en el Trono de la Gracia: “…Y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas” “…por haber entrado allá esta agua, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entrare en este río” “Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto.  A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina” (Ez. 47:8,9,12).  El Agua Viva sana, produce frutos y vivifica, vuelve a la vida aun a lo muerto.  Se puede señalar un sinnúmero de bondades de cualquier corriente, resaltar sus aspectos positivos y hasta presentarla como panacea, pero hay una sola señal que la certifica, da la evidencia si dichas aguas son las aguas que sanan, si son las que salen del Santuario: Sus frutos. Es la señal que nos dio Jesús para distinguir entre lo falso y lo verdadero.  “Por sus frutos los conoceréis.  ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?” nos enseñó (Mt. 7:16). Las corrientes, muchas de ellas nacidas con las mejores intenciones, después de recorrer algún trecho se contaminan, se vuelven turbias porque generalmente el hombre la quiere canalizar hacia fines sectarios o represarlas para su uso personal.  Es entonces cuando se asemeja al Mar Muerto.  Y manifiesta que ha llegado a la instancia cuando desnuda su esterilidad.  Aunque luzcan de mucho volumen, formas ostentosas, pero sus frutos están lejos de ser de los que se recogen de árboles sanos (Mt. 7:17-20).  El fruto identifica al árbol.
Cuando el Río, cuyas aguas salen del Santuario, desemboca en el Mar Muerto, las aguas se vuelven dulces, porque el Agua de este Río transformará el agua salada en agua dulce.  Las aguas se sanan.  Vuelve en ella la vida, y todo lo que se mueve en sus aguas vivirá.  Junto a las orillas del Río crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas no se marchitarán, y siempre tendrán frutos.  Cada mes darán frutos nuevos, porque el agua que los riega sale del templo.  Sus frutos servirán de alimento y sus hojas serán medicinales (Ez. 47:12).  El que ha bebido del Agua Viva recibió la experiencia de la verdadera sanidad, y en su vida nunca faltan los frutos.  “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca…” (Jn. 15:16).
Blanca, una mujer relativamente joven que vivía en la ciudad de Piribebuy, donde poseemos con mi esposa una casa para descansar, era un alma cuya atormentada existencia se iba extinguiendo lentamente, agobiada por el peso de varios estigmas.  La depresión la llevó a un estado extremo.  Su rostro demacrado denunciaba claramente que los sufrimientos que debía soportar.  Su cuerpo exhibía tal flaccidez que sus huesos resaltaban debajo de su escamosa piel.  Llegó a pesar apenas cuarenta kilos.  Su aspecto era más parecido al de una anciana que había llegado al límite de su existencia terrenal, de aquel que sólo espera el desenlace final.  Ella era nuestra vecina y en cierto modo su dolor nos afectaba.  Un día mi esposa, Catalina, acompañada de otra hermana, Mary, decidieron llegar junto a ella y ofrecerle el Agua Viva, el Agua que sana.  Ella aceptó.  Bebió de el y fue sanada completamente.  En poco tiempo recuperó la normalidad de su vida.  Su esposo, hijos y otros parientes fueron también alcanzados por la Corriente Divina, constituyéndose en las primicias de una pujante iglesia en dicha ciudad.  Hoy, Blanca, con su familia, sirven gozosos al dador de la Vida, anunciando que el Agua Viva sana y da vida a los que ya están muertos en vida.  El Agua que procede de La Fuente al saciar la sed del alma, sana, da vida y produce frutos abundantes (Ez. 47:9).
Un domingo, durante nuestra meditación personal, dije a mi esposa: “A pesar de los momentos difíciles que nuestro Dios permitió que atravesáramos, en Su Palabra tiene para nosotros y para Su Pueblo lo que hoy necesitamos, y leímos juntos: “Porque yo derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos” (Is. 44:3).  Esa misma mañana, en la iglesia, un consiervo me dijo: “Mi suegra me envió un verso de La Palabra y quiero compartir contigo. ¡Era el mismo versículo!  Sin duda el Soberano nos está hablando hoy del Agua Viva que fluye de Su Presencia y el Rio de Dios está corriendo para vivificarnos.  El libro de Apocalipsis, escrito con el cual concluye el canon de la revelación divina, en el último capítulo resalta la invitación y el clamor de Jesús: “Y el Espíritu y la esposa dicen: Ven.  Y el que oye, diga: Ven.  Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente” (Ap. 22:17).

jueves, 25 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias: El Agua Viva y los nuevos Paradigmas

EL AGUA VIVA Y LOS NUEVOS PARADIGMAS
El Agua Viva sale del Santuario, brota de debajo del umbral de la Casa de Dios (Ez. 47:1-12).  Su procedencia es eterna.  Se origina en Su misma Presencia.  Fluye desde el Trono de La Gracia.  Patentiza el favor que es derramado del cielo a la tierra.  Identifica la buena voluntad de Dios para con los hombres.  Cuando alguno decide adentrarse en las profundidades de Ese Río, nadando en Su corriente, la liberación que transmite sus mansas Aguas Salutíferas, revierte el sombrío pasado en promisoria esperanza y fructíferas realizaciones.  Es cuando las aguas amargas de las experiencias negativas se sanan, se tornan dulces y la vida llega a tener un sabor diferente habiendo encontrado su cauce en Jesucristo.
La pugna, a través de los siglos, entre lo divino y lo humano constantemente se ha caracterizado por el deseo de Dios de que el hombre beba por siempre de Agua Viva, y la búsqueda del hombre de nuevos paradigmas que lo suplanten.  Al raciocinio humano, a la mente que no fue renovada por el Espíritu Santo le parece un arcaísmo seguir bebiendo de una fuente tan rústica, entonces busca abrir nuevas corrientes que, en su propia opinión, les parece más acordes con la evolución de los tiempos, aunque en tales intentos no siempre ha hallado la respuesta buscada.  Jeremías lo describe con estas palabras: “Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua” (Jer. 2:13).  Dos males que necesitamos identificarlos a la luz de la Palabra, la enseñanza de la historia y las experiencias actuales.  En esta tarea no debemos pecar de ultra conservadores, porque con esta actitud estaríamos atribuyendo a Dios un estatismo que a Él no le caracteriza.  Nuestro Dios se mueve y hace cosas nuevas cada día (Is. 43:19).  Tampoco caer en el esnobismo (imitar lo que nos parece distinguido y de moda), asemejándonos a los atenienses, “…que en ninguna otra cosa se interesaban sino en decir o en oír algo nuevo” (Hech. 17:21).  Debemos predisponer nuestra mente para asimilar los cambios constantes que ocurren de día en día si queremos enfrentar con eficacia los nuevos desafíos.  Así también como para no ceder ni un milímetro a lo que no puede cambiar jamás ni una jota ni una tilde, lo que es inmutable: Los principios eternos de nuestro Padre, expresados en las Escrituras.
Analicemos el primero de los males: “Me dejaron a mí, fuente de agua viva”.  No podemos concebir la idea de que los israelitas declaraban que ya no creían en Jehová.  La mayoría seguían proclamando una adherencia nominal (que tiene nombre de algo y le falta la realidad de ello en todo o en parte), porque Jehová era el Dios nacional, pero a todas luces estaban bebiendo de otras fuentes.  Ya no bebían de la Fuente de Agua Viva.  El mal no radicaba en lo que decían creer, sino a cuáles fuentes recurrían.  Dicha actitud era calificada por Dios como “Me dejaron a mí”.  Se asemeja a la infidelidad conyugal, cuando una de las partes ha quebrantado su pacto de fidelidad y la relación ha quedado rota, pero por los hijos, factores económicos, imagen ante la sociedad… siguen habitando bajo el mismo techo, hasta durmiendo en la misma cama, en apariencia siguen siendo un matrimonio pero en la realidad ya no lo son.  El amor, la pertenencia del uno al otro ya es cosa del pasado, el vínculo, la intimidad y la confianza mutua ya no existen; el infiel ha encontrado otra fuente donde beber.  Se han dejado, aunque comparten el mismo espacio físico.  Es la radiografía revelada por Aquél que tiene ojos como llamas de fuego a los israelitas y que nos atañe a nosotros.
El segundo mal era: “Cavaron para sí cisternas”.  Una manera muy común para juntar agua de las lluvias caídas es cavando cisternas (tajamares), donde después de cada aguacero las diferentes corrientes desembocan para depositar en el reservorio el líquido, que servirá para la subsistencia de hombres, animales y plantas.  Proporciona un  provecho temporal, aunque con el tiempo se evapora el agua, y en épocas de sequía la tierra se resquebraja y el agua se filtra debajo de la tierra, vaciando la cisterna, entonces, lo poco que queda, se vuelve turbia y contaminada por larvas, bacterias y alimañas, y llegado este punto se vuelve inutilizable.
“Cavaron para sí cisternas” identifica al pueblo infiel que su confianza oscilaba entre Egipto, Asiria y Babilonia, las que eran corrientes de poder donde se apoyaban, bebían de sus aguas y ellas les proporcionaba alivio temporal, a costa del repudio de Dios por haber recurrido a otras fuentes (Jer. 2:18).  Dicha actitud es comparable a las diferentes corrientes religiosas que emergen de tiempo en tiempo, generalmente para reflotar doctrinas y prácticas que habían sido relegadas, olvidadas, o dejadas de lado por extemporáneas.  Muchas veces como reacción a la condición imperante de la época, caracterizada generalmente por sequía espiritual y anhelos de renovación.  Algunas, mientras bebían de La Fuente, impartieron nueva vida y renovada frescura.  Otras, las que cavaron para sí cisternas, sus propuestas, porque no procedían de La Fuente, no cumplieron su cometido ni pudieron arraigarse, y por su intrascendencia e inconsistencia se extinguieron como toda planta que no plantó El Padre.  Eran cisternas rotas que no retienen agua.
No se puede catalogar a las corrientes como malas en sí mismas, sino que el mal radica en las pretensiones de suplantar al Agua Viva – cavando cisternas, cuando la corriente pugna por constituirse en un todo y erigirse por encima de La Fuente.  “Porque contigo está el manantial de la vida; en tu luz veremos la luz” (Sal. 36:9), nos afirma el salmista.  El rumbo más seguro, el que no puede errar la dirección, nos indica el autor de los Hebreos: “Puestos los ojos en Jesús…” (Heb. 12:2).  Es entonces cuando la mira está puesta en el objetivo y no corremos ningún peligro de equivocarnos de fuente.  Las corrientes no podrán arrastrarnos, porque nadando en la Corriente Divina siempre estaremos apuntando en dirección de La Fuente.  La promesa de nuestro amoroso Padre es: “Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan (Is. 58:11).

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias: El Agua Viva corre en dirección a Jesucristo

EL AGUA VIVA CORRE EN DIRECCIÓN A JESUCRISTO
Rezín, rey de Siria, y el hijo de Remalías, Peka, quien reinaba en Samaria, representan a los impulsores foráneos de corrientes extrañas y turbias, como a los que le perdieron el sabor al agua viva; identifica a los que se dicen ser ministros del evangelio pero para quienes el sencillo mensaje de la cruz les resulta insípido, desabrido, por ende propugnan que las personas “muy inteligentes” no pueden seguir bebiendo de fuentes rústicas ni nutrirse con alimentos simples.  La fuente de Agua Viva es simple, y hasta puede parecer rústica, pero sacia.  Alguien relató acerca de un campesino, que con el fin de calmar la sed de tantos caminantes que transitaban por las inmediaciones de su casa, colgó de la rama de un árbol una cadenita y un jarro, que estaba junto a una fuente de agua, para que los cansados y sedientos apagaran su sed y prosigan con la larga jornada.  Alguien le observó acerca de la precariedad de su instalación.  “¡Qué rusticidad!” le espetó, a quien el campesino respondió: “Si, será rústico, pero sacia”.
Las aguas mansas que fluyen de la Fuente Divina corren hacia un rumbo claro, objetivos definidos y metas establecidas por la Palabra de Dios. Al contrario, las aguas turbias e impetuosas, por no tener rumbo, abre brechas aquí y allá; arrastra basuras y gran cantidad de elementos extraños; es turbia y su poder de contaminación, con afinada sutileza, pretende enturbiar el Agua Viva, confundir y engañar, si fuere posible aun a los escogidos.  Permítame sugerir un parámetro sencillo, práctico y seguro: el Agua Viva es una corriente mansa; su curso siempre corre en dirección a Jesucristo; sacia la sed, o sea, uno siente en su interior esa paz de haber encontrado la verdadera Fuente de Vida.  Las aguas turbias son corrientes, que por su impetuosidad tienen arrastre, anega, deja sus secuelas y luego desaparece.  Confunden y no llenan.  Nos presionan y a fuerza de tantos raudales de ideas extrañas, algunos, los que no tienen bases sólidas y convicciones maduras en La Palabra, ceden a las manipulaciones, para, lastimosamente, sufrir las consecuencias.  El Agua Viva se caracteriza por ser Cristo céntrico.  Las aguas turbias se refieren a Jesús en forma tangencial, sólo como una referencia para reforzar las ideas que propone la corriente.  Confío que tú tienes el sensor interno que te da el Espíritu Santo para detectar lo que fluye de la Corriente Divina, y cuáles son las aguas turbias.


martes, 23 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias: Siloé Identifica a Jesús

SILOÉ IDENTIFICA A JESÚS

Siloé significa la fuente de Agua Viva de donde mana la salvación.  La fuente de la gracia que fluye desde el corazón del Dios vivo.  El manantial que sacia la sed del alma sedienta.  La fuente de salud para el espíritu quebrantado, del alma herida por los dardos del enemigo.  La Escritura asocia a Siloé con el mismo Jesús, la verdadera Fuente de Vida.  En el relato de la sanidad hecha por Jesús al ciego de nacimiento, donde éste fue enviado por Jesús a lavarse en el estanque, Juan, al mencionar a Siloé, nos aclara (…Que traducido es, Enviado. Jn. 9:7).  Sí, Jesús es el Enviado del Padre por excelencia para traernos la verdadera vida.  El Agua Viva, que no sólo da satisfacción, sino el río que corre en nuestro interior trae Su Presencia en nosotros, dándole sentido y propósito. (Jn. 7:38-39).  Jesús aclaró que “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él…”
Respecto a esta plena llenura, Pablo nos corrobora: “Y vosotros estáis completos en Él…” (Col. 2:10).  “Mas por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Cor. 2:30).  La verdadera vida no necesita de ningún agregado; de aditivos, que en la mayoría de las veces se presentan en recipientes muy llamativos y vienen envueltos con rótulos que denotan ideas actualizadas.  Casi siempre los planes se presentan en tamaño gigante, que apuntan a suplir las necesidades humanas; apelan a lo más sensible de nuestra naturaleza: lo que el hombre desea oír, y no precisamente lo que Dios quiere decirnos; calificativos de muy alto vuelo los describen, altos, tan altos que ante ellos la persona de Jesús queda como una pálida figura de orden secundario, aunque en esencia las propuestas están vacías; con el agravante que resultan nocivas para la salud espiritual, porque son aguas contaminadas, enturbiadas por la manipulación humana, dejando como secuelas la confusión, el desorden y la frustración.  “Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta” (2 P 2:17).  Esto porque le falta lo esencial: La Vida. Lo que realmente tiene validez es lo que hacemos – planeamos – conforme al diseño divino “Conforme a lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis” (Ex. 25:9).  Sólo en la unión con Jesús encontramos la verdadera vida, llenando con Su presencia en nosotros el vacío de nuestra alma, presencia que acalla el grito interior al saciar nuestra sed de Dios.
Siloé en hebreo, además de traducirse “el que envía”, significa: “El que da la dirección”.  Este conducto acuífero, que llegaba a la ciudad de Jerusalén para abastecerla con agua, era un acueducto subterráneo canalizado en la montaña, la que luego de serpentear en su trayecto, llegaba a la dirección exacta, para convertirse en una fuente de agua viva.  Esto, el significado, tiene que ver con la dirección divina en nuestras decisiones, actos y convicciones, que cuando se origina en La Fuente, nuestro corazón nos certifica con “la paz que sobrepasa todo entendimiento” (Fil. 4:7), como con el regocijo que esto conlleva.  Isaías reclamaba, actuando en su oficio de portavoz de Dios: “Por cuanto desechó este pueblo las aguas de Siloé, que corren mansamente, y se regocijó en Rezín y con el hijo de Remalías; he aquí, por tanto, que el Señor hace subir sobre ellos aguas de ríos, impetuosas y muchas, esto es, al rey de Asiria con todo su poder; el cual subirá sobre todos sus ríos, y pasará sobre todas sus riberas” (Is. 8:6-7).  Donde no funciona la dirección divina todo queda anegado por los impetuosos ríos de la confusión; prevalece el enemigo con su poder y extiende sus dominios en todas las áreas de nuestro quehacer.  Tú y yo tenemos que ejercitar, por el Espíritu Santo, la capacidad de discernir, para escoger entre los ríos impetuosos de las corrientes modernas, las ideas novedosas, las proclamas que dan cosquillas a nuestros oídos y las mansas aguas del Siloé, que tipifica la fuente de Agua Viva, de donde fluye la dirección. (He. 5:14).


lunes, 22 de noviembre de 2010

Agua Viva y Corrientes Turbias

La Razón de estos Escritos

Los Sermones de Juan Wesley no hubieran  tenido – siguen teniendo – la transcendencia y el impacto en la  iglesia cristiana si son separados del contexto en que fueron presentados.  Los títulos son: “La Salvación por la Fe, El Cristianismo Según las Sagradas Escrituras, Las Señales del Nuevo Nacimiento…”  Estos fueron básicos y sencillos.  Sin embargo, causaron tremendas oposiciones, y hasta escándalos en el Colegio Lincoln de la Universidad de Oxford, de donde era catedrático.  Los directivos y el cuerpo docente habían dejado de tener en cuenta estas verdades básicas, pretendiendo enfocarse en asuntos más “avanzados”.  A Wesley le fue prohibido seguir predicando en la Universidad, por ser un irrespetuoso, que pretendía hablar del “Casi Cristiano” a personas que creían haber escalado peldaños más elevados del cristianismo, sin haber aún experimentado lo elemental, como el Nuevo Nacimiento y La Circuncisión del Corazón.
Este hombre de Dios dejó aquel recinto privilegiado, catedral de la intelectualidad y prestigio social, para salir a la calle con la Biblia como arma infalible y con el impulso de la unción del Espíritu Santo como su fortaleza.  El no fue rebelde a la visión celestial.  Las masas hambrientas abrieron sus corazones al sencillo Evangelio de Cristo, por cuyo impacto cambió su nación, cambio que trascendió las fronteras geográficas para llegar su eco saludable hasta nuestros días.
La presentación de lo abordado en esta humilde obra – Rumbos de la Iglesia, Editoriales y Enseñanzas para Líderes – no hubieran tenido relevancia si las mismas hubiesen sido dadas en condiciones normales; si en su momento histórico no hubiésemos estado navegando en aguas turbulentas y estuviese fluyendo el Agua Viva en la iglesia local donde han sido comunicadas.  Lo que le condimenta de un sabor especial y le puede dar alguna trascendencia, es que las mismas han sido impartidas cuando arreciaban tormentas de desorientación, frustración y desaliento; cuando parecía que nuestra embarcación quedaba a la deriva e inexorablemente su destino se encaminaba a la catástrofe del hundimiento.
Dichas condiciones permitieron que hombres sencillos e intrascendentes según los parámetros humanos, pero de firmes convicciones en La Palabra y sólida relación con Dios, se pusieran en la brecha junto con el Gran Capitán, y con el poder de Su fuerza se logró evitar un devastador naufragio, para recuperar el rumbo, y así, luchando en medio del mar embravecido de la confusión e incomprensión, empuñar el timón y enfilar de nuevo al puerto indicado por el Manual de nuestro Guía y amoroso Maestro.
Hoy, cuando las aguas están calmas y se vislumbra con claridad el puerto donde nos dirigimos, resalta con mayor gloria la soberanía de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, Quien en Su Palabra inspirada nos revela esta inusitada y paradójica afirmación: “Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia (1 Cor. 1:27-29).
Habiendo asumido tan elevada y sublime responsabilidad, un puñado de siervos hemos entendido por el Espíritu nuestra incapacidad e impotencia para dicho cometido, y que lo único que servía en el trance referido, para realizar lo que Él nos había encomendado, era la búsqueda constante del rostro de Dios, manteniéndonos en Su temor, aferrándonos a Su Presencia en nosotros y la misma transmitirla a Su Pueblo; la sumisión absoluta a Su Palabra; al accionamiento mancomunado, apuntando a la edificación del Cuerpo, de modo que uno debía suplir lo que al otro le faltaba, donde nadie reclamaría protagonismo, sometiéndonos al renunciamiento de toda proyección personal para actuar en función corporativa.
Habiendo entendido que las ambiciones no se encuadran dentro de las funciones propias de un siervo de Aquél de Quien se hizo Siervo; en el entendimiento de que tales apetencias apenas se enmarcan dentro de las proclamas y los afanes arribistas del humanismo, pero no con el espíritu de Aquél quien es manso y humilde de corazón.  Aquél quien nos reveló la clave del descanso, llamándonos a imitarle: “Aprended de Mí”, nos insta Él.
Estos paradigmas llegaron a permear en la iglesia local – a pesar de que la credibilidad en los pastores se había reducido al mínimo – y así sumarse al compromiso de restauración, y entre todos los comprometidos con dichos principios nos dispusimos a embarcarnos en tan emocionante proceso.  Una de las percepciones que llegó a convertirse en postulado bajo la inspiración de nuestro Padre, es: “No estamos en condiciones de reclamar credibilidad, sino debemos ganarla con demostraciones de hechos tangibles, haciendo lo que nuestro Señor nos ha encomendado”.
Humildemente deseamos compartir con nuestros consiervos, luchadores de la causa de Cristo, a través de la publicación de esta obra, lo que Dios nos ha guiado, que por cierto no se trata de ninguna novedad, sino que es el re-direccionamiento de las sendas antiguas, de aquella a las que Jeremías nos insta a andar (Jer. 6:16); las que nos trazara el inmutable y soberano Dios, quien expresó así la eternidad e inamovilidad de Su Palabra: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre” (Mateo 24:35; Salmo 125:1).
Así como nuestra correcta relación con Dios se halla condicionada a la absoluta fidelidad a la Palabra, el enfoque correcto de la misma es categóricamente esencial.  Debemos notar que el enfoque de Jesús y sus apóstoles apuntan a la glorificación del Padre y la satisfacción de Su corazón en la realización de Su Propósito, expresado en Efesios 1:9-10: “Dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como las que están en la tierra”.
Para aquellos quienes enfocan su mensaje prioritariamente en las satisfacciones y proyecciones meramente humanas, las que en cierto modo, serían el efecto, – una consecuencia – pero nunca la causa, les rogamos que vuelvan a revisar las Escrituras y con sinceridad y temor de Dios busquen cuál era el enfoque y propósito central de Jesús y sus apóstoles, y podrán comprobar fácilmente que, primordialmente apuntan a la glorificación del Padre; a la transformación individual del hombre, a su reconciliación y relación personal con Dios, y poco o nada al cambio de las estructuras de poder; aunque estas vendrían a transformarse como lógica consecuencia, y no a la inversa como hoy apuntan los enfoques que se estilan con exagerado énfasis.
Una mirada retrospectiva en la historia del cristianismo nos dará mucha claridad al respecto, porque esta nos mostrará la más clara evidencia de cómo la masificación del Evangelio sólo ha desvirtuado la esencia de la conversión, produciendo personas adheridas a la religión cristiana, pero sin tener ninguna relación con Dios.  Notemos que los Evangelios con insistencia nos muestran que Jesús espera de nosotros algo más que adherencia a su causa.  Él exige la conversión del corazón, que se refleja en la absoluta sumisión a Él y en el cambio radical de todas las áreas de la vida de aquel que le recibe como Salvador y Señor.
Nos atrevemos, con la autoridad de La Palabra, asegurar que sólo Su verdadero Evangelio, enfocado en Dios y en la comunicación de Su propósito eterno e inmutable recibirá la aprobación del Espíritu Santo, para así edificar la Iglesia de Cristo; rogamos para que este divino Espíritu ilumine los ojos de tu entendimiento y recibas de Aquél, Quien es la Luz, lo que tu alma necesita, y así tu servicio satisfaga el corazón de Dios; y,  para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre”, según la exhortación de Pablo en Hechos 20:28.


EL CLAMOR QUE COBRA ACTUALIDAD 
“Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed – respondió Jesús – pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás, sino que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida eterna” (Juan 4:13-14) NVI.

“Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía.  Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? (Sal. 42:1-2) RV.

Este clamor del salmista identifica a la necesidad más sentida de la actualidad: El alma humana tiene sed de lo verdadero.  Entiende que el vacío interior no puede ser llenado con los recursos naturales que poseemos, y menos con las enturbiadas aguas de las propuestas humanas actuales, por más que estas provengan del ámbito religioso.  Algunos ya hemos probado en las distintas corrientes con el resultado de haber quedado frustrados, porque no hemos apuntado en el blanco.  Por no haber buscado en La Fuente, siempre nos quedaba esa sensación de que algo faltaba.  El vacío no había sido llenado, aunque poseíamos lo esencial para nuestra existencia: dinero, trabajo, familia, amigos… Algunos denominan como hambre oculta.  Era la misma crisis del salmista: “mi alma tiene sed de Dios, DEL DIOS VIVO”.  No de cualquier dios.  Sólo cuando el hombre bebe de La Fuente y ha encontrado al Dios Vivo es saciada la sed de su alma, ha bebido en el manantial del que brotará vida eterna, como lo expresó Jesús: “…el que beba del agua que yo le daré…”
Cuando en aquel último gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: “si alguno tiene sed, venga a mí y beba…”, lo dijo en razón de haber detectado el inmenso vacío e insatisfacción de los presentes en el evento, aunque allí se estaba verificando una importante fiesta religiosa, de la cual se esperaba que supliría las necesidades espirituales de los fervorosos asistentes.  En esta celebración, que era la de las enramadas o tabernáculo, no faltaba la solemnidad en las abundantes ceremonias.  Era una de las recordaciones más significativas de los israelitas a sus descendientes porque así habían vivido en sus peregrinaciones por el desierto cuando Dios los sacó de la esclavitud de Egipto.  Ya habían transcurrido los siete días ordenados en la ley (Lev. 23:33-43), y comenzaba el octavo y último gran día.  Era el día de la santa convocación, cuando la expectativa por recibir la anhelada bendición celestial llegaba a su punto culminante.  Esa mañana un sacerdote, con un vaso de oro en la mano, seguido por una multitud, descendía a la fuente de Siloé, e inmediatamente subía hasta el atrio del templo en medio de aclamaciones y sones de trompetas y címbalos, cuando el pueblo cantaba: “Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación” (Is. 12:3).  Luego el sacerdote subía al altar para verter el agua que contenía el vaso de oro sobre la víctima del sacrifico y esparcir en dirección de la multitud expectante.
No obstante la significación preponderante de la ceremonia, la misma, con el paso de los tiempos, había llegado a degenerar en una mera ritualidad religiosa, carente de sentido y vacía de propósito, donde la significación y la esencia del Agua Viva habían dejado de ser trascendentes.  Las múltiples y febriles actividades eran como sombras que tendían a opacar lo fundamental: La Presencia de Dios.  El rito era el centro.  La ceremonia había sustituido al Dios Vivo.  De la misma manera, hoy corremos el peligro de que nuestros abundantes e “importantes” programas interfieran para que la presencia de Dios sea lo más significativo en todo lo que hacemos.  La Presencia amorosa del Padre es lo único que da sentido a cualquier convocación.  Existen hoy tantas coas que “hacemos por Dios” con las mejores buenas intenciones, incluso con un sentido de darle un realce porque se trata del Altísimo, para después, cansados y frustrados, darnos cuenta que no dio los frutos que esperábamos.  De ahí el clamor de Jesús: “si alguno tiene sed, venga a mí y beba…” Sólo el río de Dios que fluye del trono de la gracia sacia al alma sedienta. (Sal. 46:4-5).  “Hay un río cuyas corrientes alegran la ciudad de Dios…”




martes, 16 de noviembre de 2010

LA EVIDENCIA DE HABER CONOCIDO A JESUCRISTO

´´Si alguno me sirve, sígame; y donde yo estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi Padre le honrará´´ (S. Juan 12: 26).
En el Reino de Dios no existe servicio sin seguimiento a Jesús, ni seguimiento sin servicio, es lo que entendemos por el texto arriba mencionado. Las dos acciones van juntas. Bajo ningún concepto pueden marchar en forma separada: Seguimiento y servicio son sinónimos en el lenguaje divino.
El llamado de Jesús al servicio, sea a Dios o al prójimo, si no está motivado, impulsado por un genuino seguimiento a Él, es apenas filantropía humana, que detrás de la fachada bondadosa, conlleva intereses ocultos, que apunta a su promoción y glorificación personal; actitud que Dios aborrece, porque Él no comparte con nadie Su gloria.
La diferencia de los que siguen a Jesús, con las religiones existentes, consiste en que éstas pretenden aplacar la ira de Dios, purgar sus pecados, ganar su salvación a través de obras meritorias y así merecer el Reino de los Cielos.
 Esta es la creencia más difundida en el mundo, pero la más alejada de los planes divinos, expresado en Su Palabra,  que nos enseña que la justicia de Dios, que todos hemos violado, no puede quedar impune, ni ser satisfecha con dádivas u obras nuestras. Sólo el sacrificio sustitutivo de Cristo en la cruz pagó el precio de nuestros delitos. La que satisfizo plenamente la justicia divina, violada por nosotros, para que por esa obra perfecta, quedemos absuelto de toda culpa y condenación. Es la gracia que se nos concede por la fe en Jesús (Efesios 2: 8).
El servicio a Dios y al prójimo no puede faltar para el que se ha reconciliado con Dios. Las obras son los frutos espontáneos que se manifiestan como evidencias de mi seguimiento a Jesús. Es el árbol malo que ha sido sanado, y en consecuencia sus frutos son sanos (S. Mateo 7: 16 – 20).
Recuerda: No existe servicio sin seguimiento a Jesús, ni seguimiento sin servicio.


Nuestro Creador proveyó por medio de la naturaleza el oxígeno para que nuestra respiración, a través de lo que nos imparte, funcione normalmente. El aliento que proporcionamos a los demás da oxígeno a su alma cansada, hostigada por un mundo inmisericorde; y, lo más gratificante es, aunque no nos demos cuenta, que dicha actitud mitigará el dolor de pesadas cargas que algunos soportan.