PANTANOS Y SALINAS QUE PRETENDEN ABSORBER LA CORRIENTE DIVINA
´´Sus pantanos y sus lagunas no se sanearán; quedarán para salinas´´ (Ezequiel 47: 11)
Lo abordado en los capítulos precedentes fueron impartidos en varias sesiones a líderes comprometidos con el servicio en la iglesia local, apuntando al propósito de clarificar, por La Palabra, el rumbo correcto, siendo que en aquel momento predominaba la confusión e inestabilidad, las que habían desembocado en una crisis interna; y por ende, necesitábamos de una orientación clara para discernir entre lo que procedía de La Fuente y de la corriente turbia.
Esto, por un lado, proporcionó refrigerio y estabilidad a los que tenían sed de lo Verdadero y amor al servicio; y por el otro, la deserción de los que habían sido golpeados con heridas incurables por el ímpetu de las corrientes turbias, y así verles, con dolor e impotencia, ser llevados por el curso de dichas aguas, porque ellos consideraban al Agua Viva como algo simple y desabrido, como materia ubicada en un pasado ya superado, catalogándola como ´´odre viejo´´; un anacronismo que ya no debía ser tenido en cuenta. (Notemos que lo que Jesús quería enseñar con la ilustración del vino nuevo y el odre viejo, significaba que la Vida Nueva que Él impartía era incompatible con la vida vieja no regenerada. El odre viejo no podía contener la vida abundante que reciben los que creen en Jesús, Lucas 5: 37 – 38).
Estos mensajes fueron plasmados desde la perspectiva de un siervo que goza del privilegio de servir por más de cincuenta años, y compartidos con otros hombres temerosos de Dios. Durante ese largo trayecto fueron diversas las corrientes atravesadas. En dicho trajinar, cuando las Aguas procedían de La Fuente, eran refrescantes, vivificantes y renovadoras de la fe. Si no, el espejismo pronto descubría la esterilidad de sus lodazales, pantanos y salares; estos, aunque arremetían con fuerzas abrumadoras que hasta parecían que iban absorber a La Fuente, pero nunca pudieron marchitar el verdor de la ´´fe que ha sido una vez dada a los santos´´.
En los momentos de confusión e incertidumbre nunca faltó el auxilio de Su Luz, dando discernimiento y percepción para abrazar lo que procede del Trono de la Gracia; así como para no correr detrás de las nubes sin aguas y las corrientes enturbiadas por las manipulaciones humanas, las que con el correr del tiempo sólo dejan secuelas de confusión, estancamiento y heridas que difícilmente se sanan, a menos que estas sean ungidas con el Colirio y el Aceite.
Cabe reiterar que la posición estática nunca ha caracterizado a nuestro Dios. Desde el principio el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas, leemos en el primer capítulo de Génesis. Hoy Él sigue moviéndose para establecer en nosotros sus principios eternos, propósitos que no son afectados por un mundo cambiante, ni por las corrientes innovadoras.
Él nunca estará detenido en el tiempo, ni atrapado en hormas rígidas. Lo que el Soberano no aprueba son nuestras claudicaciones disfrazadas de vanguardismo; pretendiendo conciliar nuestras concesiones entreguistas disfrazadas y rotuladas como íconos de modernidad, ni que a los mismos le endilguemos el mote de precisión, como conceptos avanzados de la cosmovisión divina, como si estas fueran la máxima revelación del momento, lo más avanzado, apuntando a reemplazar los designios de Dios por tales concepciones ´´brillantes´´. Con tales pretensiones, lo que corresponde es remitirnos a lo que dice Su Palabra: ´´Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos´´ (Isaías 55: 8 – 9).
En la actualidad en todos los ámbitos se habla del cambio, sean de personas, iglesias, paradigmas, instituciones estatales…, reconociendo así que, tanto hombres como instituciones, no andan por el andarivel correcto, y que su continuidad normal se halla comprometida, a menos que sean reencauzadas de nuevo a la Fuente. Muchas proclamas modernas veladamente tienden a convencernos de que no somos más que simples borregos, aunque vengan encubiertas con pregones superlativos y mimetizados como panacea para la elevación humana y restauradora de instituciones, las que pondría al hombre a tono con la actualidad evolutiva.
Estas generalmente son proclamas que en el fondo ocultan intenciones espurias, discordantes con Su propósito ´´de reunir todas las cosas en Cristo´´. Es ante la aparición de estas voces que, aunque en apariencia parezcan ser el salvavidas por el cual asirnos, el Espíritu Santo debe operar: ´´Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza´´ (Efesios 1: 18 – 19). Los santos no hemos sido creados para que fuésemos acondicionados y ser arreados por la vara de ningún autoproclamado ´´líder redentor´´ emergente. De alguien que de boca proclama la gloria de Cristo, pero en el fondo visiblemente está buscando su propia gloria.
El poder hegemónico de cualquier líder espiritual es incompatible con Las Escrituras y la práctica de La Iglesia a través de los siglos. Pedro, el connotado apóstol, nos insta: ´´Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey´´ (1Pedro 5: 2 – 3). Dios nos dio de Su Espíritu para que sepamos lo que nos ha dado, y nos dotó de Su mente para entender cómo piensa Él, y así poder discernir lo que viene de lo Alto, la capacidad para rechazar, en la libertad del Espíritu, todo lo que no procede de La Fuente.
En este vaivén de pregones por el cambio, aunque muchos de ellos no vayan más allá de una proclama, la verdadera Iglesia de Cristo, la que bebe de La Fuente, no puede quedar a la zaga. Hoy, como nunca, innumerables cambios, cual avalanchas, se nos vienen encima vertiginosamente, para los cuales debemos prepararnos para enfrentarlos. Estos sirven como importantes desafíos, los que pueden convertirse en nuevas herramientas, puertas abiertas de inmensas posibilidades para el accionar de los hijos de Dios, los que nos llevarán a contextualizar nuestro accionar para el cumplimiento de la Gran Comisión, como está expresado en los Evangelios: ´´Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura´´ (Marcos 16: 15).
No obstante, la iglesia nunca debe embarcarse en el cambio por el mero cambio, ni dejarse arrastrar por el esnobismo avasallante, como que si todo lo moderno fuese lo mejor. Tal posición puede llevarnos a la pérdida del Rumbo trazado por El Maestro; a la desfiguración de nuestra identidad evidenciada en actitudes, valores y metas indicadas en La Palabra, porque si éstas faltan se corre el riesgo de desvirtuar la razón esencial de nuestra existencia. Escuchemos lo que nos exhorta Jeremías al respecto: ´´Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos´´ (Jeremías 15: 19).
La iglesia que está delante de Él; el que tiene su Candelero en su lugar; que no se convierte a la corriente del mundo; el que no cedió al pecado de la claudicación, se constituye en la boca de Dios, como instrumento de restauración; en el que traza el rumbo ´´en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo´´ (Filipenses 2: 15), según el calificativo de Pablo. Notemos lo imperativo y la claridad de los textos señalados respecto al tema. No existe en ellos ningún resquicio para la relatividad, ni mucho menos que nos indique que se trate de algo opcional. El rumbo preciso de las cosas espirituales y las buenas costumbres deben marcar la Iglesia, a través de La Palabra. Sí, la Iglesia que está bajo Su gobierno y discierne la voz de Su Rey, y no a la inversa.
Podemos cambiar estrategias, métodos, enfoques, adaptarnos a horarios, adoptar tecnología de punta, despojarnos de rancias tradiciones enquistadas como inamovibles y de otros asuntos complementarios, accesorios. Lo que jamás puede cambiar es Su Palabra, Sus principios expresados en claros conceptos espirituales, morales y doctrinales, sustentados a través de toda la Biblia. Pablo nos advierte: ´´Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír´´ (2Timoteo 4: 3 N.V.I.).
Preguntémonos: ¿No será que Pablo con ojos proféticos está identificando el contexto de nuestra realidad actual?, describiendo con precisión lo que hoy se avizora en el ámbito eclesial. ¿Acaso lo que se enfoca hoy con más frecuencia por los predicadores ´´exitosos´´, según los parámetros humanos, no es lo que la gente quiere oír, y no lo que Dios quiere decirnos? Y conste que tales golosinas resultan muy atractivas, porque se presentan con envolturas adornadas de versículos bíblicos. Lamentablemente enfocados en la sintonía de los hombres que tienen comezón de oír, rebuscados muy lejos de su contexto y del espíritu con que fueron escritos, aunque citando algunas verdades de La Palabra, pero sólo a fin de fundamentar las proclamas esnobistas.
Sigamos escuchando a Pablo: ´´Por tanto, yo os protesto en el día de hoy, que estoy limpio de la sangre de todos; porque no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios´´ (Hechos 20: 26 – 27). A los Gálatas, que estaban siguiendo otro evangelio, les encara: ´´Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo´´ (Gálatas 1:10). Podemos atraer a multitudes de adherentes mostrándoles una sola cara de la moneda, un aspecto de la verdad, el aspecto atrayente; sin embargo, cuando anunciamos todo el consejo de Dios, es posible que muchos de ellos se vuelvan atrás, diciendo: ´´Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír? aunque, para aliciente del verdadero siervo, nunca faltarán los que como Pedro, digan: ´´Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente´´ (Juan 6: 60; 6: 68 – 69).
Es lamentable que hoy las iglesias, las que no beben de La Fuente, han sido avasalladas por la relatividad de las ideas humanistas. Estas prevalecen en el seno de muchas de ellas: El pecado no es tal ´´si las prácticas son el producto de decisiones maduras´´; la moral y la conciencia es orientada por una elección personal: si desde mi punto de vista es bueno, entonces no puede ser malo; el aborto es un derecho de la libre potestad que cada mujer tiene de su cuerpo, la cual se debe acompañar, porque así somos ´´progresistas´´; la homosexualidad no es otra cosa que un derecho a la libre opción sexual. O sea, fuimos creados asexuados, la opción es nuestra.
Hoy, si uno no comparte dichas concepciones, se expone a ser tildado de retrógrado, de troglodita, discriminativo y falto de amor; de fundamentalistas intolerantes; de fanáticos desfasados en el tiempo, y de otros epítetos más. ´´!Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios´´ (Santiago 4: 4). Ojala no nos escandalicemos por las palabras inspiradas del apóstol, porque estas Están en vigencia. No están desfasadas en el tiempo cronológico (Cronos) ni en el tiempo oportuno (Kairos) de Dios.
Dichas ideas y prácticas siempre han existido en el ámbito mundano, pero lo que asusta es que hoy en muchas iglesias se han perdido los límites: ya no hay mucho discernimiento para entresacar lo precioso de lo vil. Aunque parezca inadmisible, en recintos cristianos, hay encendidos debates para aceptar en el redil a los que tienen otras opciones de moral, y hasta abundan los que piensan que no existen razones para no ordenarlos como ´´ministros del evangelio´´, por las prácticas que, según sus sentimientos han abrazado. Escuchemos el clamor del justo Job: ´´Si los tiempos no se esconden del Todopoderoso, ¿por qué no los perciben quienes dicen conocerlo? Hay quienes no respetan los linderos…´´ (Job 24: 1 – 2N.V.I.).
Hubo una época, la de Malaquías, cuando en el pueblo del Señor reinaba gran confusión. Era muy difícil discernir entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. La confusión se acentuaba porque los soberbios hacían ostentación de sus riquezas, como si estas fueran señales inequívocas de la aceptación divina, al punto que no faltaron los que decían: ´´Por demás es servir a Dios. ¿Qué aprovecha que guardemos su ley…?´´ (Malaquías 3: 14). Entonces el remanente fiel se juntó y buscó a Dios. Y Jehová respondió al clamor de ellos; porque los que temían a Jehová, los que no querían mezclar lo precioso con lo vil, hicieron un pacto de fidelidad a Él, y fue escrito libro de memoria delante de Dios. Y lo ratificaron todos los que temían a Jehová, y los que piensan en Su nombre por encima de las eventualidades pasajeras y así apuntar a la senda trazada por Aquel que es El Camino.
Estos, los del remanente fiel, recibieron la claridad del rumbo en medio de la confusión reinante por la pérdida de los linderos, y fueron certificados con la aprobación divina. ¡Qué indicador de seguridad más alentadoras y certeras que estas palabras pudieron ellos recibir?: ´´Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve. Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve´´ (Malaquías 3: 17 - 18). Cuánto necesitamos de dicho discernimiento hoy para establecer lo que Dios en Su Palabra lo diferencia, y lo discrimina con categórica severidad.
Hay una gran distancia entre los que le conocen a Dios, y quienes dicen conocerle; proceden de otra estirpe los que tiemblan ante Su Palabra, para así ser Su portavoz y transmitir Su voluntad, a diferencia de los que usan la Biblia para apoyar sus ideas. No es lo mismo haber nacido del Espíritu, que tener ´´ideas cristianas´´; ni edificar sobre La Roca, que sobre la arena de las cambiantes corrientes e ideas humanas. ´´Si fueren destruidos los fundamentos, ¿Qué hará el justo?´´, se pregunta el salmista. Pablo responde a esto, con la claridad que no dejan dudas: ´´Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo´´ (Salmo 11: 3; 2Timoteo 2: 19). Estas palabras nos certifican que el fundamento divino es distintivo e inamovible, los linderos son claramente definidos. Los que quieran edificar sobre este Cimiento y transitar por La Senda, no pueden errar jamás.
A no pocos ´´cristianos´´ le incomoda escuchar de la sangre de Cristo; de la locura de la cruz; del nuevo nacimiento y de la regeneración; de la esperanza de La Vida en el más allá; del sufrimiento por la causa de Cristo…, porque los enfoques atrayentes, las que están en ´´onda´´, son los que las multitudes hoy quieren oír, los asuntos que tratan del más acá; porque estos sólo desean beber y embriagarse con las bendiciones y proyecciones terrenales.
Este tipo de ´´evangelio´´ es el que no resiste el paso de los tiempos, ni los embates del enemigo, porque están edificadas sobre la fragilidad de las preferencias humanas, y no sobre La Roca angular. ¡A cuántos frustrados por estas aberraciones modernas, Dios nos ha dado la gracia para re-encausarles, mostrándoles el camino de la Fuente de Vida! La que siempre sacia, es inagotable, y no añade tristeza con ella. ´´La necedad del hombre le hace perder el rumbo, y para colmo se irrita contra el Señor´´ (Proverbios 19: 3), sentencia el sabio.
Hoy aparece una corriente, que acopiando y apropiándose de algunas verdades rescatadas por la Iglesia del Señor a través de los años, a las que ellos hábilmente los formulan con otros términos altisonantes (Ejemplos: activar, en vez de avivar; Babilonia, en vez de Egipto; alta tecnología del reino, alta definición; alta precisión). Entre estas se destaca el aditivo de ´´nuevas revelaciones´´ (Fuera de la Biblia no existen nuevas revelaciones: según Judas 1: 3, ´´… para rogarles que sigan luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos´´ N.V.I.).
Con tales proclamas pretenden constituirse en los que hoy han direccionado el ´´movimiento de la nube de Dios´´; con el agravante de autoproclamarse como los únicos dispensadores actuales de la gracia de divina, a través de la ´´tecnología del reino´´. Y, lo más grave: afirmando, con audaces palabras de connotación amenazante, las que formulan con mucha frecuencia en los libros que han escrito: ´´Los que no siguen a dicha nube, si no se adhieren a ellos, y no reciben sus directrices se secarán y quedarán postrados en el desierto, como los israelitas rebeldes´´. Resulta difícil entender tanta soberbia y osadía. Da lástima este espíritu sectario. No identifica al lenguaje de Jesús, ni de los primitivos Apóstoles, sino a ´´…los que se dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos´´ (Apocalipsis 2: 2).
Analizando exhaustivamente las prédicas y escritos, después de haber escuchado hasta el hartazgo a los mentores de dicha corriente, hemos llegado a la conclusión, que donde apuntan primordialmente es al control del poder sobre las iglesias, facilitando las pretensiones de estos el estado actual en que se debaten algunas instituciones que apenas llevan el nombre de ´´iglesia cristiana´´, pero en el fondo prevalecen otras prioridades ajenas al cometido encomendado por Jesucristo.
Considerando que muchas de éstas están vegetando, apenas sobreviviendo con la nutrición proporcionada por las infinidades de eventos para-eclesiales que hoy, lastimosamente, prevalecen por encima de las iglesias. No es sorprendente ver que el pábilo humeante de sus lámparas se estén apagando; entonces son dominados por comités y, en algunos casos, por hombres con poca o sin ninguna relación con Dios, quienes clasifican y tratan a los pastores como empleados. Avergüenza reconocer que dichos ámbitos se asemejan más a la de los politiqueros, en donde hay muy poco espacio para el gobierno de Dios y la extensión de Su Reino. Donde no existe el poder de Su fuerza para derrotar a nuestro común enemigo.
Para aquellos que han llegado a tal estado de postración, no es de extrañar que lleguen a obnubilarse por las grandilocuencias con las que solapadamente los supuestos restauradores se presentan. Para las vírgenes que han cabeceado y se durmieron, es normal que hayan buscado un poco de aceite, aunque en el lugar equivocado; el agotado por el sequedal del desierto vive obsesionado por encontrar un oasis, aunque, tal vez, sólo llegue a encontrar un espejismo; el deprimido por las luchas estériles ansía el bastón de autoridad para apoyarse y así proseguir un trecho más, como el que ha recibido un respirador para seguir viviendo artificialmente. Si en alguna manera te sientes identificado con dicho estado, escucha lo que La Palabra te dice: ´´Despiértate, tú que duermes, y levántate de los muertos, y te alumbrará Cristo´´ (Efesios 5: 14). La Vida no se encuentra cambiando comités por hombres autoritarios, ni la esterilidad por adopciones de dudosa procedencia, sino en el retorno a La Fuente.
La Iglesia, como en los primeros tiempos, y en todos los tiempos, necesita de hombres con autoridad espiritual; de personas ungidas y con un llamado para servir; siervos que viven en Su presencia; de quien estuvo - y está - en Su secreto, para declarar Su voluntad; de los que velan por los intereses de su Señor, y no por los propios; de los que bebiendo de la Fuente de Vida, impartan vida, y no informaciones e ideales sensacionalistas que apuntan a la promoción de éxitos personales orientadas al autoritarismo humano. Hoy necesitamos de hombres que aun el enemigo digan de ellos: ´´Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús´´ (Hechos 4: 13). Este es el sello distintivo que hoy certifica a la Iglesia Apostólica, al Pueblo del Señor y a los hombres de Dios, en contraste con predicadores ´´carismáticos´´ que hablan más de sí mismos que del propio Jesús.
Sólo el retorno a La Fuente volverá a darnos autoridad espiritual, autoridad que no sea meramente nominal, autoproclamada y reclamada, con tendencia autoritaria, sino el que procede del Trono de La Gracia, para impartir Su Palabra, la que dará el oportuno socorro y Vida en medio del sequedal. ´´Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan´´ (Isaías 58: 11). Aunque la debilidad parezca absorberte y pienses que lo único que te resta es prenderte de cualquier tabla de salvación, o tirar la toalla, Él hará que vuelvas a recuperar el vigor, el poder para fructificar de nuevo, si crees y te aferras a la citada promesa.
Duele decir que muchas proclamas y grandes proyectos en la actualidad apuntan a satisfacer ambiciones personalistas, siendo que las mismas son presentadas como ´´proyecciones del Reino´´. Aunque estas carezcan de bases sólidas; y lo que más llenan de dolor son las secuelas de frustraciones que con el correr del tiempo dejan tras sus pasos. No en vano La Escritura nos advierte: ´´Así ha dicho Jehová: maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama (zarza) en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a la aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto´´ (Jeremías 17: 5 – 7).
Cuando el río fluye de la Presencia de Dios, del Trono de la Gracia, siempre es para vivificar, sanar, restaurar y fructificar el accionar de Su Pueblo; aún cuando la luz haya llegado a ser tan tenue como un pábilo humeante. La vitalidad renovadora del Espíritu Santo, en los que le buscan de corazón, quitará los desperdicios, los residuos que interfieren y pretenden estancar la corriente del Agua Viva, para que sus hijos permanezcan saciados en Él. ´´He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver los cautivos… y los restableceré como al principio´´ (Jeremías 33: 6 – 7), es Su promesa.
Cuando Las Aguas salen del Santuario traen sanidad y vida, porque toda alma viviente que nadare en ella vivirá. En su cauce crecerá de nuevo árboles con hojas siempre verdes y que darán su fruto en su tiempo, y ellos serán para comer y para medicina. ´´Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá estas aguas, y recibirán sanidad; y vivirá todo lo que entraré en este río´´ (Ezequiel 47: 9).
De dichas aguas salutíferas nadie puede arrogarse el poder de represarlas, reclamándolas como propiedad para su uso exclusivo, o de su movimiento. Ni fluye para la formación de nuevas sectas, que pretendan canalizar dichas aguas para el abrevadero de aquellos que sólo se adhieran a su corriente. El Agua Viva es para todos aquellos que tengan sed, sed del Dios Vivo, como lo expresara Jesús en Juan 7: 37 – 39 y el músico en el Salmo 42: 1-2.
Más allá de todo lo dicho en este capítulo, esperamos que el lector, por sí mismo, con la unción del Espíritu Santo, sepa discernir entre el Agua Viva y las corrientes turbias, como dice Su Palabra, en 1 Juan 2: 27: ´´Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él´´. Todos los que están en Cristo son dotados con un sensor interno para detectar y diferenciar entre lo que fluye de Él, o las que corren enturbiadas por la manipulación humana. ´´Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas´´ (1 Juan 2: 20).
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