Tú mi hermano, necesitas diferenciar con claridad lo que es la fe verdadera y lo que hoy se pretende hacer pasar por fe...
El estar en Cristo y caminar en la fe verdadera, nos convierte en personas positivas, porque tenemos la mente de Cristo (1Corintios 2:16). Despojados del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, nos renovamos en el espíritu de nuestra mente. Dios escribió sus leyes en nuestra mente (Hebreos 10: 16). O sea, la actitud de nuestra mente se renovó, cambió de la rebeldía, a la obediencia; de lo negativo, a lo positivo; de la desesperanza, a la esperanza; de las imposibilidades, a un amplio horizonte de posibilidades. Podemos exclamar con propiedad y fe: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece". "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?". "Somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó" (Filipenses 4:13; Romanos 8: 31, 37).
Todo lo mencionado hemos recibido por gracia, por el oír de la fe, el andar en la fe y el estar en la fe, por tener "Puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12: 2). De ningún modo se trata del desarrollo del poder mental, o filosofías de mente positiva, que proviene del esoterismo pagano. El origen de estas se desarrollaron desde el pasado remoto. Los más conocidos hoy son: El Control Mental Silva, y La Mente Positiva, de Lauro Trevisan, la proclama de la Nueva Era y los chamanes modernos, llamados parasicólogos. Todos ellos se apoyan, supuestamente, en la Biblia, citando pasajes aislados, muy fuera de su contexto.
Lo preocupante es que estas prácticas se introducen en la iglesia cristiana, como doctrinas de fe y desarrollo de la personalidad. Tengo en mis manos dos manuales, escrito por BW. Sojo y patrocinado por Raúl Ávila, titulados: "Nací para Triunfar ¡La transformación de mi vida en 72 horas!"; y "Orando con el Código 1260". Los he leído y releído, y los mismos me causaron profunda tristeza, más aún cuando los autores se autodenominan "apóstoles de Cristo". Nada en dichos escritos apuntan al objeto de la fe verdadera: Jesucristo, sino a la inducción de fórmulas mágicas, como el recitar tres veces el Salmo 91 para conciliar el sueño; códigos secretos para el éxito, recitando cada tres horas el código 1260: 1-Soy uno con Dios. 2-Estoy de acuerdo con su visión en todo. 6-Vivo en plenitud de obediencia. 0- Nací para ganar, jamás aceptaré la pérdida.
Los resultados que prometen llegan hasta lo inaudito: Poder y dominio a los que practican las declaraciones escritas en el libro; tales, como: "Utilice la potestad creativa de la profecía. Por ejemplo. Hable qué es lo que quiere, cuánto quiere, cómo la quiere; esto fluye para todo, personas, dinero y bienes" (Orando con el código 1260, Pag. 13). "Puede hacer actos proféticos, dentro o fuera de su casa. Háblele al espíritu de la ciudad, llame a familias clave. Ordene a las cantidades de dinero en posesión de impíos que vengan a usted. Llame a gente, casas, carros, terrenos" (Orando con el código 1260, Pag. 35), dicen.
Díganme, hermanos, si esto no es codiciar lo bienes ajenos.
Dice el décimo mandamiento: "No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" (Éxodo 20: 17).
A estas fórmulas: rezos, repeticiones de declaraciones escritas en el libro, recitadas cada tres horas y supuestos actos proféticos, ellos le llaman fe. La pregunta es: ¿fe en qué y en quién? Fe en las declaraciones, fórmulas mágicas escritas en el libro. Y no en el objeto de la fe, en el autor y consumador de la fe: Jesucristo. Es como poner la mira en objetivos equivocados, que no darán en el blanco.
No digo que las personas que practican estos rituales no tengan fe. Muchos lo harán con mucha fe, lastimosamente, pero una fe mal direccionada. Jesús dijo: "Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos" (Mateo 6: 7). Los que conocemos al Señor debemos orar por las ovejas incautas que serán dañadas por estas mezclas de mentalismo, esoterismo, espíritu de codicia y métodos del islamismo (los islamistas, en una hora determinada, deben recitar oraciones a Alá).
No dudo que tendrán éxito, según los parámetros humanos, porque apelan a las apetencias humanas: Poder, éxito, codicia, riqueza, conquista… Y lo más deseado por el ser humano, que no es inspiración divina : Ser como Dios, según las enseñanzas de los manuales. Pero serán éxitos efímeros, como la hierba, porque no están fundadas en el Autor y Consumador de la Fe: Jesucristo. Y ni siquiera en la búsqueda honrada y luchas para salir adelante, con el sudor de la frente.
Las repeticiones de fórmulas sólo conducen a la alimentación de ilusiones transitorias, que como la hierba, se secan pronto. Lauro Trevisan, sacerdote católico de grandes éxitos, pregona: "Cuando una persona repite 400 veces un pensamiento positivo, eso ya se tornó un hábito, ya se integró a su personalidad". No obstante, no forma la personalidad, sino lleva a las personas a vivir en una burbuja.
La personalidad cristiana no se forma con la repetición de palabras, declaraciones, fórmulas, o con el poder de la mente. Nuestra personalidad en Cristo se forma en las manos de Dios, el Alfarero que forma al barro que se entrega en Sus Manos. Y Él lo moldea según le pareció mejor hacerla. La formación de nuestra personalidad es un largo proceso, que durará toda nuestra vida. "Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4: 13).
Existe un remanente fiel, que no se mueve por las novedades, ni cede en sus convicciones a cambio de oropeles efímeros. El que está en Cristo ha conocido y entendido todo el consejo de Dios, y son como los montes de Sión, que no se mueve, sino que permanece para siempre. A ese remanente le dice La Palabra: "Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos" (Judas 3).
Leonardo Alderete, Pastor, Embajada Cristiana del Paraguay.
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