miércoles, 9 de marzo de 2011

TIEMPO DE CONQUISTA Y CONSOLIDACIÓN


“Pero el profeta Gad dijo a David: No te estés en este lugar fuerte; anda y vete a tierra de Judá. Y David se fue, y vino al bosque de Haret”  (1 Sam. 22:5). “Entonces David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió y dijo: Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos. Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevó sus ganados, y les causó una gran derrota; y libró David a los de Keila” (1 Sam. 23:4-5).
Sin el fortalecimiento de las bendiciones de Dios y el impulso del Espíritu es imposible marchar victorioso, ni dar respuesta a las necesidades actuales.  Sin una liberación de toda opresión del enemigo, es probable que quedemos empantanados en nuestros problemas y debilidades particulares.  Sin haber experimentado personalmente el poder de Dios en los avatares de la vida, siempre estaremos bordeando lo teórico, con lo prestado – la experiencias que otros han contado. 
Sin la nutrición adecuada a través del Pan de Vida, nunca seremos un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad.  Y sin la unción de lo Alto no podremos empuñar con suficiente eficacia la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios.  Estas son etapas del proceso que indefectiblemente debemos  superar para salir “de este lugar fuerte”, donde siempre esperamos ser protegidos, sin avanzar, por temor a exponernos al fragor de la batalla. 
Las bendiciones son dulces y placenteras, pero no debemos engolosinarnos con ellas, especialmente cuando Dios lo está derramando en un medio donde se ha desarrollado vínculos muy estrechos.  En la cumbre de este Monte Alto, ante la gloria de Dios manifestada, tendemos, como los discípulos, a decir: “Bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas…” (Mt. 17:4).  Sin embargo, había que descender en el valle, porque allí estaban los enfermos y necesitados para los cuales nos puso Jesús; y porque así lo hizo Él.
  También nosotros, con lo mucho que hemos sido bendecidos, debemos descender al valle de nuestra sociedad, donde hay sufrimiento y confusión, para compartir e impartir lo que tenemos.  Los necesitados merecen ser bendecidos con lo que tú y yo hemos recibido de gracia.
TRES RAZONAMIENTOS PARA QUEDAR EN LA CUEVA:
1.     Estamos con miedo.  “Pero los que estaban con David le dijeron: He aquí que nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿Cuánto más si fuéramos a Keila contra el ejército de los filisteos?” (1 Sam. 23:3).  Es muy normal que el enemigo te infunda miedo y susurre a tu mente natural: “Tú no puedes. No estás capacitado. No te escucharán…” Y quien sabe cuántos argumentos razonables más.  Pero Jesucristo te dice: “De gracia recibiste, dad de gracia”.  La orden del Señor es: ¡Levántate!, desciende a Keila; con la obediencia, el miedo se irá y le causarás gran derrota al enemigo.

2.     El ejército del enemigo es muy superior a nuestras fuerzas. “¿Cuánto más si fuéremos a Keila contra el ejército de los filisteos?”, era el razonamiento de los que estaban con David.  Si fuera que la batalla dependiera de nuestras fuerzas naturales, este razonamiento es correcto.  Es en este tipo de circunstancias cuando debes apoyarte en lo que nos dice la Palabra: “Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4).

3.     No es mi responsabilidad, corresponde a la jerarquía eclesiástica.   Keila era una ciudad que correspondía al reino de Judá.  Los filisteos estaban causando estragos, robando las eras (1 Sam. 23:1).  Oficialmente le correspondía la defensa de ella a Saúl, porque él era el rey.  Sin embargo, parece que el pueblo confiaba más en David, un fugitivo, que en el rey, porque a él le pidieron el socorro por la desgracia que estaban pasando.  Él consultó a Jehová, y la respuesta fue: “Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila” (1 Sam. 23:2).  Aunque tú digas: para eso están los valientes que deben librar la batalla, el que te dio la gracia y poder, te dice: “Ve, y libra a los que están oprimidos”.

TRES MOTIVACIONES PARA SALIR Y CONQUISTAR
1.     La obediencia al mandato de nuestro Amado.  La encomienda más trascendente que nos ha entregado Jesús antes de ascender al cielo, ha sido: Id por todo el mundo… Id y haced discípulos a todas las naciones… y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo (Mr. 16:15; Mt. 28:19-20).

2.     Porque el espíritu de Cristo es el de servir.  “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida…” (Mt. 20:28).  El concepto medular que El Maestro nos enseña, en este tiempo cuando muchos están más interesados en sus proyecciones personales, es: el más grande; el que aspira a un liderazgo de grande proyecciones, es el que sirve, el que, imitando a su Maestro, predispone su corazón para dar.  Jesús dio todo: Servicio, amor, entrega y hasta su propia vida para rescatarnos.

3.     Porque si me quedo no llegaré a ser lo que mi Señor quiere que sea.  “No temas; desde ahora serás pescador de hombres” (Lc. 5:10). Ciertamente el ser pescador en el nivel (eran empresarios de la pesca) de Pedro, Andrés y Juan no era despreciable en aquella época.  Pero Jesús le estaba encomendando una tarea superior: Os haré pescadores de hombres.  Hoy, lo mismo como a estos hombres, el Maestro quiere llevarnos a una dimensión más trascendente: Ser  lo que Él quiere que seas en esta vida, un siervo.
Necesitamos salir, ir, conquistar, edificar porque Él está con nosotros si estamos dispuestos a emprender, tomando de Su mano, emprenderemos la aventura más emocionante que pueda existir y que pueda experimentar un ser humano.

No hay comentarios:

Publicar un comentario