lunes, 14 de marzo de 2011

YO JUEGO EN EL EQUIPO DEL NAZARENO

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor, solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;  un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos. Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo” (Efesios 4:1-7).
“¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo?” (Amós 3:3).
Cuando experimentamos bendiciones y  avanzamos por la gracia divina, la misma implica nuevos desafíos, cambios, estrategias y en especial la integración de  personas que han sido tocadas y llamadas por Dios con dones dados por Él para ser parte de un equipo. Generalmente cuando un técnico forma un equipo,  elige a los más aptos a su propósito, sin descartar a los talentosos, tiene preferencia por los  afines a su táctica, los que mejor encajan en la estrategia, los que jugarán para el equipo.
1.     Un puñado de rústicos hombres con fe viva en la divinidad del crucificado Nazareno; quienes fueron testigos de Su resurrección;  con la investidura del poder del Espíritu Santo, se constituyeron en un equipo.  Proclaman al mundo las virtudes que emana de la obra consumada de Jesús, cuyo enfoque estaba centrado en: Cómo reconciliarse con Dios y recibir  liberación del pecado, de las opresiones y enfermedades al creer y relacionarse con el Libertador.

2.     Una fuerza arrolladora que cambió el curso de la historia se manifestó con el nacimiento de la iglesia de Cristo, pese al imperio Romano, la cultura griega, las costumbres licenciosas de la época, y las tradiciones judías, el mensaje de la Cruz llegó a permear aun los ámbitos más impermeables, como la Corte Romana e infligiendo heridas debilitantes al paganismo reinante.

3.     Debemos considerar el contexto donde estos sencillos hombres desenvolvieron la orden del Maestro no consistía en un terreno abonado: Los Judíos representaban al fanatismo recalcitrante,  orgullosos de sus ancestros, historia y tradiciones religiosas, las cuales cerraban sus corazones para creer en la redención a través de la locura de la cruz.  Los Romanos: imperativos y crueles, porque la mayor parte del mundo habitado estaba  bajo el dominio de ellos y se sentían como seres superiores a los demás. Considerando a la Nueva Fe como una trivialidad judía. Los Griegos: cultos, refinados e idolatrados por la sabiduría emanada de las deducciones filosóficas, anclados en el imperio de la razón; la Cruz, para ellos, no tenía cabida en la evolución cognitiva que creían poseer . Era la antítesis de intelectualidad que habían cultivado.   

4.     Muchas virtudes caracterizaban al Nuevo Movimiento: Presencia divina, milagros, poderes sobrenaturales, ardiente fe; pero, una sobresalía y era como el motor que movía al equipo: “La unidad en Espíritu” que daba conciencia corporativa, operando en amor alrededor de la persona de Jesucristo.

·        En otras palabras, todos jugaban y hacían fuerza por el equipo.  Ninguno se afanaba por meter sólo su “golcito”. La individualidad es dañina cuando apunta al lucimiento personal; pero valioso cuando está supeditada al cuerpo.
·        Un técnico deportivo no siempre tiene en cuenta al más habilidoso, sino al que más se adapta al planteamiento táctico; aunque nadie es digno de integrar el equipo si lo que él aporta no lo considera lo más importante del mundo, siempre que sea en función al equipo.
OCHO HECHOS A SER TENIDOS EN CUENTA, QUE HABLAN DEL PORQUÉ ERAN IMPARABLES
1.     Unánimes en oración: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego…” (Hechos 1:14).

2.     Unánimes juntos: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos (Hechos 2:1).


3.     La voz de uno era la voz de todos: Cuando Pedro se puso en pie, se puso con los once: “Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras” (Hechos 2:14).

4.     La unidad descansaba sobre cuatro pilares: Luego de las conversiones masivas, se formó un grupo compacto que perseveraba: “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:41-42).


5.     Un ambiente que atraía a los de afuera: unánimes en el templo, casas y el Señor añadía… “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:46-47).

6.     Unánimes en el clamor, ante la adversidad: “Y ellos, habiéndolo oído, alzaron unánimes la voz a Dios, y dijeron: Soberano Señor, tú eres el Dios que hiciste el cielo y la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay…” (Hechos 4:24).


7.     Unánimes en la persecución: Un factor (aunque negativo) que fortalece la unidad y la fuerza para predicar, es la persecución: “Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él(Hechos 12:5). “Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando(Hechos 12:12).

8.     Unidad en el pueblo: El crecimiento sostenido obedecía a la unción de los siervos y la unidad del pueblo: “Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando. Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode, la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta. Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel! Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos” (Hechos 5:12-16).
El Espíritu Santo hoy quiere hacer de nuevo, como lo hizo en la iglesia primitiva. Debemos soñar con las multitudes que vendrán de diversos lugares buscando adorar a Jesucristo; creyendo que sólo en Él encontrarán la solución a sus problemas y necesidades, y que todos encuentren la liberación. Y esto será cuando Su pueblo entienda que es parte de  un equipo, estando lleno del Espíritu, ministrando, “cada uno con la gracia dada conforme a la medida del don de Cristo”.  Cuando  “Cada cual marchará por su camino, y no torcerá su rumbo. Ninguno estrechará a su compañero” (Joel 2:7-8).  Unánimes alrededor del Capitán.  Y  todos apuntando al objetivo: Ganar Paraguay para Cristo.

¿Cuál es tu aporte al equipo?

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