“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del hijo de Dios” (1Juan 5: 13).
La fe verdadera tiene un fundamento verdadero y debe estar puesta en el objeto verdadero. Los escritores sagrados, en innumerables pasajes nos certifican que Las Escrituras fueron inspiradas para darnos seguridad. Ellas quedaron y permanecen en este mundo para que sepamos lo que Dios nos ha dado. Para que no dudemos en cuanto a nuestra relación con Dios, en cuanto a Su doctrina y nuestra estabilidad.
Pablo nos exhorta: “Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios 4:14).La inseguridad espiritual y la inestabilidad como persona, es consecuencia de ser llevados por todo viento de doctrina. En cambio, el hijo de Dios se caracteriza por su firmeza y seguridad que le da La Palabra.
Dios, en ninguna manera quiere que Su Pueblo viva en turbación, zozobra e incertidumbre. Si hemos entrado en La Tierra Prometida, Él nos afirma: “Ejecutad, pues, mis estatutos y guardad mis ordenanzas, y ponedlos por obra, y habitaréis en la tierra seguros; y la tierra dará sus frutos, y comeréis hasta saciaros, y habitaréis en ella con seguridad” (Levítico 18-19), es la promesa divina.
Si creo en Jesús, estoy seguro, sé que tengo vida eterna; mi corazón no se mueve al ritmo de las turbulencias del mundo, porque me sostiene Su Palabra y debajo de Sus Alas estoy seguro; yo sé en Quién he creído. Sé donde estoy parado: En La Roca eterna, y no en la arena movediza de las propuestas sensacionalistas y cambiantes, estratagemas de hombres, Volátiles y estériles que arrastra, lastimosamente, a los inconstantes.
Aferrémonos a todo lo que dice La Palabra entonando un coro, que sintetiza la estabilidad y seguridad que como Su pueblo hemos recuperado: “No me moveré. Del Señor diré: Mi escudo. El es mi fuerza. Mi porción; mi libertador. Mi refugio. Torre fuerte; mi ayuda en tiempo de necesidad…”
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