“Y él respondió: Vé, porque yo estaré contigo” (Ex. 3: 12).
Cuánta seguridad nos infunde cuando el Todopoderoso, el Gran YO SOY, nos dice: Anda, realiza tu tarea, PORQUE YO ESTARÉ CONTIGO. Anda, emprende lo que fue tu sueño de toda la vida, o, tal vez un ideal que siempre te fascinó – cambiar nuestro país – y que muchas noches hasta te robó el sueño. Porque es innegable que muchos tenemos sueños e ideales pendientes, postergados por la inseguridad o indecisión.
En Isaías 54: 14, resalta una promesa, que un día será realidad para sus hijos: “Con justicia serás adornada; estarás lejos de opresión, porque no temerás, y de temor, porque no se acercará a ti”. Su pueblo establecerá la justicia; y los males como la opresión, ataduras, temores e inseguridad, estarán lejos de nuestra morada, ni por asomo podrán acercarse a nosotros.
Vé, porque yo estaré contigo, trae paz interior, seguridad y rumbo: Es saber dónde estás pisando, y a dónde te diriges; si entendemos que Él es el que impulsa nuestros pasos, en Isaías 48: 18, nos dice: “Será tu paz como río”, y en 66: 10 – 14, nos corrobora y amplía esta promesa para Jerusalén, (la iglesia del Señor hoy): “Alegraos con Jerusalén, y gozaos con ella, todos los que la amáis; llenaos con ella de gozo, todos los que os enlutáis por ella; para que maméis y os saciéis de los pechos de sus consolaciones; para que bebáis, y os deleitéis con el resplandor de su gloria. Porque así dice Jehová: He aquí que yo extiendo sobre ella paz como un río, y la gloria de las naciones como torrente que se desborda; y mamaréis, y en los brazos seréis traídos, y sobre las rodillas seréis mimados. Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros, y en Jerusalén tomaréis consuelo. Y veréis, y se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos reverdecerán como la hierba; y la mano de Jehová para con sus siervos será conocida, y se enojará contra sus enemigos”. Libre de luto…alegría…mamar de los pechos de sus consolaciones hasta saciarnos.
En su iglesia habrá gozo con el resplandor de Su gloria… paz como río, reverdecimiento, enemigo derrotado y Su poder estará con sus siervos…
¿Cómo y en qué manera esto puede ser posible?
Hubo algo que precedió a la promesa: “Vé… estaré contigo…” para que este siervo emprendiera la aventura de libertador y conductor: Tuvo un llamado y un encuentro con el Todopoderoso: “Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí” (Ex.3: 4). A este hecho se puede denominar: un encuentro experimental de Dios y con Dios.
Moisés conocía a Dios por historia y tradición familiar. Sólo entonces, en la soledad del desierto, en medio de la zarza ardiente, ocurrió ese giro trascendental de su existencia. Ya no sería el mismo: Su relación con Dios tuvo un cambio radical, la que repercutió en su capacidad, temple, actitudes, decisiones y rumbo de su vida.
Su nacimiento, niñez, vida palaciega, educación, le dieron una formación idealista. Como hombre educado aborrecía la injusticia, e intentó impartir justicia, pero le faltaba relacionarse con La Justicia. Le turbaba la opresión de sus hermanos, pero sin apoyarse en El Libertador, y sólo logró rechazo e impotencia.
Quiso aliviar la esclavitud de su pueblo con su impulso idealista, sabiduría y fuerza, con el consiguiente resultado negativo: “En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena. Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo? Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto” (Ex. 2: 11 – 15); no obstante, Dios sabía cómo prepararle para hacer de él lo que fue: Conocedor de Dios cara a cara, conductor eficaz, legislador, manso…
En las frías noches, confundido por el futuro incierto y agobiado por la dependencia interminable, de las decisiones de su suegro, soportar incomodidades…, por el lapso de cuarenta años, aprendió lo que el palacio y la universidad no le enseñó: Las virtudes de la paciencia, mansedumbre y templanza se hizo carne en él en ese ámbito hostil (aunque nadie puede negar que su preparación anterior tenía valor, pero relativo).
EL trató con su alma hasta el punto de lograr que muriera el viejo Moisés, y su espíritu estuviera preparado para oír y asimilar en su corazón lo que Él quería hacer por medio del nuevo hombre que había preparado.
El orgullo, rencor, soberbia, auto suficiencia e impulso propio, murió. En Hebreos 11: 24 – 26 nos describe que él escogió otro camino que cambió el rumbo de su vida: “Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón”.
Dios quiere usar nuestra vida como herramienta para ejecutar elevados propósitos, pero, para ello, previamente necesitamos oír Su voz, conocerle en forma experimental y entrar en Su Universidad. Allí donde muere el orgullo, la soberbia, la autosuficiencia… y todo lo que impida para emprender con nosotros la emocionante aventura de una vida con propósito, para elevarnos a la cumbre de un verdadero liderazgo, como lo hizo con Moisés.
La tendencia muy marcada de nuestro tiempo está caracterizada por un ascenso vertiginoso, sin haber desarrollado un proceso de vida, relación, llamado y dependencia de Dios. La propensión del liderazgo eclesial por levantar a las personas sobre un falso pedestal, es tan dañina como la inoperancia. La madurez no sólo se proclama, sino se desarrolla dentro de un proceso de moldeamiento en las manos del Alfarero.
Hoy nuestro pueblo necesita un cambio radical. Es imperativo borrar la mancha que ostentamos del primer lugar en corrupción; el más bajo en promoción humana; niños utilizados como objetos para proveer los vicios de sus padres; violencia, asaltos; destrucción de valores, que comienza en la familia; indiferencia a las cosas de Dios…
Moisés es figura de Cristo. Él ya nos libertó de la esclavitud; ya nos dio redención y vida. Él conoce nuestra necesidad personal y la de nuestro pueblo, y no permanece indiferente a ninguna de nuestras carencias. Somos nosotros los que necesitamos encajar en el engranaje divino para ser portadores del Mensaje, el que produce el cambio y transmite Vida.
Tú, como hijo de Dios, que gozas de tantas bendiciones y tienes la convicción de conocerle a Él, necesitas escuchar la voz de Su llamado; dar una respuesta adecuada y una disposición de sumisión. ¡Moisés! (Pon tu nombre): Juan, Alberto… “He visto la aflicción de mi pueblo que está en Paraguay, y he oído su clamor a causa de sus exactores, opresores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos…” (Ex. 3: 7 - 8).
Si escuchaste Su voz, y respondes con disposición de corazón: Heme aquí, Él te dice: Vé, porque yo estaré contigo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario