“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Este vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a donde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:1-8).
Nicodemo, maestro e intelectual influyente, miembro del Sanedrín judío; inquietado por lo que oyó y vio de Jesús, tal vez para profundizar sus conocimientos, se acercó a Él, de noche, reconociéndole como maestro, indagando sobre el reino de Dios. Jesús fue categórico y tajante en su respuesta. No divagó con respuestas accesorias. Fue directo al grano:
1. El que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios (v 3). Es de suma importancia entender, diferenciar y experimentar el nacimiento espiritual. “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Jn.1:12-13) “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2Cor.5:17). Si no experimentamos el nacimiento espiritual, no podremos ver el reino de Dios. Pero no debemos conformarnos con solo ver el reino de Dios.
2. El que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar… (v 5). ¿Qué significa nacer de agua y del Espíritu? “siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1Ped.1:23). “El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Stg. 1: 18). “Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra” (Ef.5: 25-26). El agua y el Espíritu identificado con La Palabra. Concordando con lo que Jesús proclamó: “El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva” (Jn.7:38). Es una experiencia interior que nos une a Él en un relacionamiento íntimo y personal.
3. La figura del viento tipifica el efecto que produce en nuestro estilo de vida. No vemos el viento, pero sí su efecto – Las cosas viejas pasaron…., las Prioridades, actitudes ante las circunstancias, carácter, temperamento, hogar, familia, relaciones… “he aquí todas son hechas nuevas”. Son efectos perceptibles que son notorias en aquel que nació de nuevo.
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