“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombre” (Mt. 5: 13).
Al estar en Cristo, cuando Él habita en nosotros por la fe, hemos entrado en pacto con Dios. La Biblia dice que hemos nacido de nuevo. Somos nueva criatura. Somos reconciliados con el Padre, porque Jesús pagó el precio del rescate de nuestra alma, para que entremos en una nueva relación con Él. Tenemos una nueva posición (hijos de Dios); recién entonces la vida tuvo propósito, sentido y razón de existir en la tierra, porque, por gracia, podemos representar a Jesucristo. He aquí una de nuestras funciones preponderantes, especificada en La Palabra:
EL CRISTIANO CUMPLE LA FUNCIÓN DE SER SAL DE LA TIERRA.
Cuando el soldado romano partía para la guerra, uno de los pertrechos más importante que recibía, era su ración de sal.
La sal es de vital importancia en la alimentación (cloruro de sodio).
Para sazonar, dar sabor, es antiséptico y para preservar alimentos.
“Y sazonarás con sal toda ofrenda que presentes, y no harás que falte jamás de tu ofrenda la sal del pacto de tu Dios; en toda ofrenda tuya ofrecerás sal” (Lev. 2: 13). En el Antiguo Testamento, toda ofrenda presentada y sazonada con sal, constituía señal de pacto.
Lo ofrecido a Dios no debe ser a la ligera ni con liviandad, sino con reverencia y espíritu de adoración, por lo que Él es y significa. Nosotros estamos en pacto. Ofrezcamos sacrificio vivo, de entrega voluntaria: “Por lo tanto, hermanos, tomando en cuenta la misericordia de Dios, les ruego que cada uno de ustedes, en adoración espiritual, ofrezca su cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios” (Rom. 12: 1 -NVI).
¿Qué función nos asignó Jesús al decirnos USTEDES SON LA SAL DE LA TIERRA?
1. SAZONAR. Una comida sin condimento de la sal, por más buenos componentes que tenga, es desabrida, no tiene el sabor requerido por el sentido del gusto y ni da satisfacción al paladar. La vida sin Cristo es vacía, desabrida, incompleta, sin sentido ni satisfacción.
Sin haber resuelto el problema existencial, cuando uno puede existir sin ser, llega a constituirse en uno de nuestros grandes dilemas: ¿Para qué existo? Puede que alguien esté bien dotado y sea exitoso en ciertas áreas del quehacer humano, pero todavía no tener resuelto lo primordial: existir con convicciones fluctuantes y conciencia ambivalente; no encuentra el Camino y sus pasos son vacilantes y sin rumbo, con metas indefinidas.
La expresión de Pablo contrasta con lo mencionado y resalta por la absoluta seguridad: “Sé en quién he creído”, sólo alguien que encontró la vida y sabe dónde se dirige, puede decir estas palabras:
“Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire” (1Cor. 9: 26). Corro no como a la ventura, no como quien golpea el aire...
Al conocer a Jesucristo, la sazón, el condimento que le faltaba saturó la vida de este hombre dotado con tanta inteligencia. Fortalecido en su hombre interior por el Espíritu, luchó denodadamente hasta el fin, y terminó con gozo su carrera.
Podemos llegar a tener todo, talento, éxito, dinero..., sin haber encontrado la sazón, el condimento esencial que completa al ser, y así poder decir como Pablo: “Estoy completo en Cristo” (Col.2:10)
2. DAR SABOR. La carne más exquisita; el asado más jugoso, cuando le falta la sal carece de sabor. La vida tiene sus sinsabores. Nadie está exento de tragos amargos, decepciones, tristeza, y enfrentar días grises, cuando necesitamos de una mano amiga; un asidero seguro para superar la contingencia y afirmar nuestros pasos.
Existen momentos cuando las palabras suenan huecas y sin sentido, como las que oyó Job de supuestos amigos:“He aquí que todos lo habéis visto; ¿Por qué, pues, os habéis hecho tan enteramente vanos? (Job 27: 12). La diferencia está en la manera que decimos y encaramos la situación. “He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos; ¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él! Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender? (Job 26:14), responde a amigos que vinieron para condolerse de su desgracia, quienes con sus sermones acusatorios e inoportunos, lo único que lograron es acrecentar el dolor que abrumaba al afligido Job.
Vivimos en un ámbito de constantes conflictos y tensiones que nos acosan por todos los flancos. Los noticieros difunden atrocidades, salvajismo, donde se destaca la involución del hombre en su fuero interno y muy poco signo de evolución, como propone una teoría. Es entonces cuando el cristiano, como nunca, debe ejercer su función de ser sal. “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis como debéis responder a cada uno” (Col. 4: 6). El que está en Cristo da sabor a la vida en medio de la desabrida y degradada existencia.
Irradia paz. La alegría que irradia el que asume su función, da sabor al ambiente más lúgubre y comunica lo que hoy escasea en nuestro medio: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14: 27). “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16: 33). Mi paz os doy...Para que en mí tengáis paz.... “Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos” (Col. 3: 15). La meta de Jesús para nosotros, es: hasta que “la paz de Dios gobierne nuestro corazón” (Col. 3: 15).
3. PARA PRESERVACIÓN. La sal preserva alimentos de la descomposición. Cuando arrecia la corrupción y la tendencia del ambiente se inclina hacia las perversidades, Dios cuenta siempre con algún preservador de vida, tiene a un José: “Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros” (Gn. 45: 5). José preservó la descendencia, guardó la moral y libró a una generación de una debacle alimentaria.
El tejido de la sociedad se corrompería completamente sin la sal que emana de los que están unidos a Cristo. El desenfreno de los instintos llegaría a límites insospechados, si no hubiera quien los detiene. Los tiempos que preceden a la segunda venida de Cristo, según la Biblia, estará caracterizada por maldades extremas, sólo hay algo que lo detiene para que la sociedad no se corrompa completamente: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios. ¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto? Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio. Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida” (2Ts. 2: 3 – 8).
¿Dimensionamos LO TRASCENDENTAL de nuestra función?: Preservar al mundo de la total corrupción, hasta que Jesucristo venga para arrebatar a Su Iglesia.
TU TIENES UN PROPÓSITO. No corres a la ventura, como quien hiere el aire. Como sal estás para sazonar la vida de otros, dar sabor y preservar la vida en un mundo que agoniza por la corrupción.
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