viernes, 15 de abril de 2011

SEGURIDAD, PROTECCIÓN Y PROYECCIÓN

 
“Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño” (Salmo 127: 1 – 2).
Paradójicamente, este Salmo fue leído por el presidente Kennedy, poco antes de haber recibido los disparos que acabó con su vida: “Si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia…”.
En la ciudad de Dallas, donde el mandatario se desplazaba en un automóvil descapotado, había centinelas apostados en todos los flancos, hasta en los techos. Parecía que la seguridad estaba cubierta, hasta que llegaron los disparos certeros y mortales, que culminó en el triste desenlace.
(V. 2) ¿Por qué no podemos avanzar y proyectarnos, aunque nos esforcemos trabajando y nos privemos de aun las cosas más legítimas?  “A su amado dará el sueño”, es la promesa divina,  sin necesidad de recurrir en las noches de vela, cuando seguimos con el esfuerzo mental, a pastillas somníferas. El no poder conciliar el sueño indica que existe en nuestro interior una causa perturbadora. En cambio, el sueño profundo y placentero es signo de la paz interior, que Jesús da a su amado, que descansa en Él.
Para edificar algo estable que nos proyecte a salir adelante en forma sostenida, se necesita algo más que esfuerzo humano. Lo importante es el respaldo y la seguridad, que viene sólo por nuestra relación con Jesucristo. “Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican”, nos advierte la infalible Palabra, en  el verso 1.
“Con sabiduría se edificará la casa, y con prudencia se afirmará” (Prov. 24: 3). La sabiduría es un fruto del Espíritu Santo, del cual está dotado el que está en Cristo; y la prudencia es la parte que nosotros debemos poner para proyectarnos, edificando ladrillo a ladrillo una casa estable y afirmada para llevar a cabo el propósito de Dios en nuestra vida.
Dios mueve Su parte para el que confía en Él, para el que no se mueve, aunque las situaciones sean adversas y parezcan imposibles de vencer. “Los que confían en Jehová son como el monte de Sion, que no se mueve, sino que permanece para siempre. Como Jerusalén tiene montes alrededor de ella, así Jehová está alrededor de su pueblo desde ahora y para siempre. Porque no reposará la vara de la impiedad sobre la heredad de los justos, no sea que extiendan los justos sus manos a la iniquidad” (Sal. 125: 1 - 3).  Esta promesa nos habla de muros, que existen cercos de protección alrededor de sus hijos. ¿Experimentaste alguna vez esto en la realidad? Yo tuve la gracia de comprobarlo, muchas veces, en situaciones de persecución, necesidades económicas, callejones sin salidas… He visto Su mano tendida que suplía lo que no tenía, lo que para mí era imposible.
Dice el Salmo 61: 1 – 4 “Cuando mi corazón desmayare…Estaré seguro bajo la cubierta de tus alas”. ¡Cuántas veces – clama Jesús – quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos  debajo de las alas…! Se debe desear, anhelar la protección. La que está a disposición de los que creen con fe y esperanza sincera, de los que no varían su confianza, ni se amilanan ante los ataques del enemigo.
Suceda lo que suceda, pacientemente espero en el Señor, eso hace que Dios se incline hacia nosotros, y mueva su mano; nos levanta del estado de postración y estancamiento, para pararnos en La Roca firme (Salmo 40:1-3)
Tres puntos importantes que debemos entender:
1-    Cuando no es el tiempo. No podemos dar una bicicleta a un bebe, ni poner un negocio en manos de un adolescente, porque no están preparados. No llegaron a la madurez para manejarlos y sostenerlo.

2-    Necesito aprender primero algo. Sin aprender lo básico; sería inaudito producir un escrito coherente sin haber aprendido las vocales y los consonantes. No podemos embarcarnos en proyectos de gran envergadura sin haber superado escollos pequeños. Esta afección es la enfermedad que aqueja a tantos creyentes modernos. Muchos ni aun conocen todavía Quién es Jesús, pero pretenden dilucidar problemas que solo el Espíritu Santo puede iluminar. “Muchas cosas tengo para decirles, pero ahora no la pueden llevar”, dijo Jesús a sus todavía confundidos e inmaduros discípulos.

3-    Si Él no contesta es porque tiene un plan de mayores proporciones.  Más grande de lo que tú te imaginas. La clave está en saber esperar pacientemente, en el tiempo de Dios, que no actúa al ritmo de nuestra ansiedad. Él, para todas las cosas tiene un cumplimiento del tiempo. No se adelanta ni llega tarde.
El apresuramiento de Abraham, en un momento de debilidad, produjo un Ismael, de cuyas consecuencias surgieron conflictos, que aun en el día de hoy tiene repercusiones. No obstante, su relación con Dios, aunque tuvo retrocesos, se fue equilibrando a través del trato restaurador que El Soberano llevó a cabo para con el patriarca. Tuvo que pasar por procesos de pruebas cruciales, definitorias, y hasta dolorosas. Así maduró su fe. “Él creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia” (Rom. 4: 18).
 La seguridad y protección que Dios le dio le proyectó a este siervo a lo máximo. Jesucristo quiere llevar a cabo con nosotros el desarrollo de este mismo proceso, para proyectarnos a la máxima expresión.







No hay comentarios:

Publicar un comentario